¿Y qué tiene de malo la vida de los Levov?
(Philip Roth)
La única diferencia entre una buena novela y una obra maestra, además de un par de palabras en la portada, es que la obra maestra es universal, que afecta, conmueve o hace reflexionar a cualquiera que se acerque a ella con disposición de buen lector. Sea cual sea su protagonista, por más alejado del lector que esté, hay algo que obliga a salir de modo diferente a como se entró. Pastoral Americana de Philip Roth cumple esa premisa. Durante más de quinientas páginas retrata, a partir de lo que imagina un Zuckerman más omnisciente que nunca, la vida del Sueco Levov, judío, de Newark, estrella del deporte en la secundaria y exitoso empresario de guantes de señora en la madurez. Pero, y he ahí la maestría a la que hasta ahora sistemáticamente se le ha venido negando el Nobel, cumpliendo la premisa que el propio autor pone en boca de uno de uno de sus personajes, un pintor: "crear una expresión personal de temas universales entre los que figuran los constantes dilemas morales que definen la condición humana". Es decir, una literatura semejante en todo, excepto en su realidad, a la vida.
El Sueco Levov siempre hace el bien, siempre piensa en lo mejor para todos, para su esposa, para su hija, para su padre, para su hermano y, a semejanza del protagonista, también judío, de la última cinta de los Cohen, el mundo rechaza sus elecciones. El gran dilema de Levov es el mismo, cada uno con su circunstancia, del lector. Casi existencialistamente la vida que se despliega ante los ojos del lector ejemplifica, al estilo rothiano de no juzgar sino describir, lo complicado, no tanto de las relaciones humanas, sino de la repercusión que todas y cada una de la acciones tienen sobre el resto de las vidas, sobre la propia, sobre las cercanas, sobre aquellas que pueden parecer ajenas.
Pastoral Americana es, sobre todo, la constatación de una verdad ineludible expresada del modo más directo posible por Levov: "Si lo que me estás diciendo es que no he hecho lo suficiente…, debo decirte que… nadie, nadie hace nunca lo suficiente". La constatación de que el fluir de los acontecimientos, eso que a veces se llama vida y a veces historia, es siempre superior al individuo, superior y, al mismo tiempo, condicionado por este. El Sueco sabe qué hacer y cómo hacerlo, es un modelo para su generación, aunque no puede evitar el hundimiento, en su contra, o así lo piensa él, del mundo que ha conocido y quiere mantener. Levov no puede evitar que su linda hija tartamuda se convierta, primero en una terrorista y después en jainita, que su esposa, miss New Jersey, pase una larga temporada en el manicomio, que sus amistades lo sean sólo por la apariencia externa, por lo superficial que hay en él. En definitiva, Levov, aunque él no lo sabe, está equivocado. Y no por la falsedad de sus creencias sino por los actos a que estas le obligan, por los actos a los que su propia conducta obliga a los otros. O, como resume Roth, para el Sueco ya "no había ninguna ilusión a la que pudiera seguir aferrándose a fin de mitigar cualquier sorpresa que surgiera a partir de entonces".
¿Qué es la Pastoral Americana?
"Sólo se reunían una vez al año y en el terreno neutral, exento de religión, de la festividad de Acción de Gracias, cuando todo el mundo come lo mismo y nadie se escabulle para comer cosas curiosas, ni torta de patatas ni pescado relleno ni hierbas amargas, sino sólo un pavo colosal para doscientos cincuenta millones de personas, un pavo colosal que los alimenta a todos. (…) Es la pastoral americana por excelencia y dura veinticuatro horas" (P. R.).
El tatuaje de Valeria
Valeria es joven todavía, pero ya lo suficientemente madura como para saber que un tatuaje dura toda la vida. Valeria quiere tatuarse una frase en la muñeca, una frase de la que no vaya a arrepentirse nunca, una frase que, pase lo que pase en la vida, siempre sea cierta. Valeria sabe demasiado como para no saber que hay pocas verdades inmutables. Sabe que su tatuaje estará para siempre y lo acepta porque es una de esas verdades para siempre. Llegará al local, higiénico, con una edición gastada de una novela comprada de segunda o tercera mano. La abrirá en la página trescientos y antes de extender su brazo solamente le recordará al tatuador el acento en la primera palabra, un acento que cambia todo. "Sí, estamos solos, profundamente solos, y siempre nos aguarda una capa de soledad todavía más profunda". Y jamás podrá arrepentirse de nada porque de la soledad uno nunca se arrepiente.
Banda sonora
"Y no voy a volver a escribirte cartas / ni voy a deshacer malentendidos / y no me voy a detener por nada / hasta que esté tan lejos / que parezca que no existo". ("Voy a por tabaco", Los Planetas).
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