que escribe lo siguiente sobre nuestro bienamado J (en la foto ambos)
J aparenta ser una persona muy dual. Aunque muchos piensan que lleva toda la vida dedicada a la música, esto no es así. Su principal labor hasta hoy ha consistido en practicar el elogioso arte del autorretrato. Se muestra –artísticamente- a los demás como un personaje que en realidad no es.
J es el mejor estratega de la música que existe. Mientras sus compañeros de grupo estudiaban sus carreras, él, como los zánganos de la colmena, se dedicó a observar. Observó todo y se dio con inusitado empeño a tal causa. Su talento musical procede en un aproximadamente 90% del talento de otros. Se le hizo el oído a las armonías sónicas de la misma forma que a Tita Cervera se le educó el ojo a través de las pinacotecas del barón Thissen. A una le influyó Cezanne o Tamara de Lempicka, y al otro Beach Boys o the Jesús and Mary Chain.
J aprendió algo más (y lo sigue haciendo; es lo suficientemente listo como para ser consciente de su ignorancia). Aprendió a manejar la mente de los demás. Como un Jesucristo del Pop, practicó hasta conseguir doblegar a los demás a su voluntad. Sin violencia, ni enfrentamiento siquiera. Sus palabras, sus silencios van encaminados a convencer de lo que se le antoje, que por supuesto siempre es para el beneficio propio.
J se ha ocupado siempre de Los Planetas, siguiendo la mejor estrategia de marketing musical diseñada en España hasta la fecha. Es consciente de varios silogismos: En la música es fácil “triunfar” y difícil mantenerse. Lo ideal es mantener una fuente de ingresos más o menos estable para despreocuparse por el dinero y vivir bien. Luego, lo deseable resultará mantener una carrera musical que no llegue nunca a eclosionar para no llegar al gran público, pero de forma sólida para conseguir vivir holgadamente de ello.
J para ello ha utilizado las más inverosímiles tácticas. Resulta extremadamente amable en según qué momentos y en exceso distante en otros. Con su conjunto musicovocal realiza conciertos mediocres con una pésima selección de canciones alternados con excelentes directos (generalmente en ciudades pequeñas y fechas absurdas). Boicotea a su propio grupo, se niega a hacer promo, pero colabora con todo aquel grupo que se lo pide…
J ha emprendido (hace ya muchos años) una particular guerra con la –ya debilitada- industria discográfica, de la que, por cierto vive, y muy bien. En cuanto puede ataca a su propia empresa, y ésta, ignorante le ríe la gracia y le sigue dando dinero. En cualquier otra industria esto no sólo no serviría para nada, sino que supondría su inmediato despido. ¿Porqué no ha elegido una causa más justa para luchar: el maltrato infantil, las pateras, la extinción del buitre leonado? Porque así no sólo es un luchador, sino también un mártir. Se presenta como una víctima, de nuevo es el Jesucristo Superstar que tanto ansía.
J se defiende asegurando que es rentable para su disquera. Puedo asegurar (porque he trabajado ahí) que en absoluto lo es. Ni siquiera les da el “buen nombre” que grupo y compañía creen.
J escribe canciones de sentimientos fuertes, relaciones tormentosas, amores y odios. Sin embargo su vida amorosa es apacible como la de la marsopa. Picotea allí y allá y desconoce lo vertiginoso del amor verdadero o el sufrimiento y la felicidad que produce. Le gustan absolutamente todas las chicas que se le acercan y aunque para epatar hace ver que las prefiere muy jóvenes, la realidad es que no discrimina en absoluto y cualquiera le vale.
J consigue su objetivo. Se le ama o se le odia, no existe el término medio. Es la persona más egoísta que he conocido en mi vida, pero no puedo evitar adorarlo.
J es el mejor estratega de la música que existe. Mientras sus compañeros de grupo estudiaban sus carreras, él, como los zánganos de la colmena, se dedicó a observar. Observó todo y se dio con inusitado empeño a tal causa. Su talento musical procede en un aproximadamente 90% del talento de otros. Se le hizo el oído a las armonías sónicas de la misma forma que a Tita Cervera se le educó el ojo a través de las pinacotecas del barón Thissen. A una le influyó Cezanne o Tamara de Lempicka, y al otro Beach Boys o the Jesús and Mary Chain.
J aprendió algo más (y lo sigue haciendo; es lo suficientemente listo como para ser consciente de su ignorancia). Aprendió a manejar la mente de los demás. Como un Jesucristo del Pop, practicó hasta conseguir doblegar a los demás a su voluntad. Sin violencia, ni enfrentamiento siquiera. Sus palabras, sus silencios van encaminados a convencer de lo que se le antoje, que por supuesto siempre es para el beneficio propio.
J se ha ocupado siempre de Los Planetas, siguiendo la mejor estrategia de marketing musical diseñada en España hasta la fecha. Es consciente de varios silogismos: En la música es fácil “triunfar” y difícil mantenerse. Lo ideal es mantener una fuente de ingresos más o menos estable para despreocuparse por el dinero y vivir bien. Luego, lo deseable resultará mantener una carrera musical que no llegue nunca a eclosionar para no llegar al gran público, pero de forma sólida para conseguir vivir holgadamente de ello.
J para ello ha utilizado las más inverosímiles tácticas. Resulta extremadamente amable en según qué momentos y en exceso distante en otros. Con su conjunto musicovocal realiza conciertos mediocres con una pésima selección de canciones alternados con excelentes directos (generalmente en ciudades pequeñas y fechas absurdas). Boicotea a su propio grupo, se niega a hacer promo, pero colabora con todo aquel grupo que se lo pide…
J ha emprendido (hace ya muchos años) una particular guerra con la –ya debilitada- industria discográfica, de la que, por cierto vive, y muy bien. En cuanto puede ataca a su propia empresa, y ésta, ignorante le ríe la gracia y le sigue dando dinero. En cualquier otra industria esto no sólo no serviría para nada, sino que supondría su inmediato despido. ¿Porqué no ha elegido una causa más justa para luchar: el maltrato infantil, las pateras, la extinción del buitre leonado? Porque así no sólo es un luchador, sino también un mártir. Se presenta como una víctima, de nuevo es el Jesucristo Superstar que tanto ansía.
J se defiende asegurando que es rentable para su disquera. Puedo asegurar (porque he trabajado ahí) que en absoluto lo es. Ni siquiera les da el “buen nombre” que grupo y compañía creen.
J escribe canciones de sentimientos fuertes, relaciones tormentosas, amores y odios. Sin embargo su vida amorosa es apacible como la de la marsopa. Picotea allí y allá y desconoce lo vertiginoso del amor verdadero o el sufrimiento y la felicidad que produce. Le gustan absolutamente todas las chicas que se le acercan y aunque para epatar hace ver que las prefiere muy jóvenes, la realidad es que no discrimina en absoluto y cualquiera le vale.
J consigue su objetivo. Se le ama o se le odia, no existe el término medio. Es la persona más egoísta que he conocido en mi vida, pero no puedo evitar adorarlo.
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