Los mundos narrados son pequeñísimos en la página pero se amplifican en la imaginación.
(Alberto Chimal)
(Alberto Chimal)
83 novelas, como título, sugiere una de esas viejas colecciones de clásicos en un librero a la medida o las obras completas de algún francés prolífico o de Galdós. Y, sin embargo, Alberto Chimal, extraño entre los extraños y siempre al margen de modas y modos, ha reunido bajo ese título, falaz y acertadísimo al mismo tiempo, lo prometido. Y él mismo en su visitadísima bitácora en Internet “Las Historias” explica que son novelas, novellas en su sentido más original, porque en el “italiano de hace muchos siglos: novella era una nota pequeña, una noticita, un aviso breve”.
Y hay dos cosas que son las primeras que llaman la atención en este pequeño volumen. La primera, el hecho de que estando tan de moda las etiquetas como minificción o twittelatura, y aún habiendo nacido la mayoría de los textos como tweets, Chimal se lance, con toda la razón del mundo, a titularlo novelas. La segunda, nada extraña en uno de los pioneros en el país en usar los medios electrónicos al servicio de la literatura y su difusión, es que la manera más sencilla de conseguir este libro, cuya edición impresa, preciosa y bien cuidada según las imágenes que el mismo autor comparte, es de apenas 150, sea precisamente descargándolo en las tres posibilidades que Chimal ofrece gratuitamente en su página.
“El nadador llegó veloz al borde de la alberca. No se detuvo y siguió braceando a través del concreto. Ahora continúa por tu cabeza”.
83 novelas comienza con ese nadador, discreto homenaje quizá al cuento de Cheever, quizá no, que resume perfectamente la idea detrás de los ochenta y tres textos. Acostumbrado como está el lector a que el final sea siempre ese borde de la alberca que es el punto final, Chimal propone, sin ninguna trampa y sin descuidar en ningún momento la calidad y la iluminación de los cuentos, que sea ahí donde comiencen las verdaderas historias y que continúen en la cabeza. La propuesta, aunque de planteamiento sencillo, resulta más compleja de lo que en realidad lo directo, trabajadísimo y logrado, de las novelas hace aparentar. Y en ellas, como en la Comedia Humana de Balzac, el hermano mamotreto este volumen, cabe de todo. Desde las sectas a las que Chimal ya se había dedicado al amor, de la soledad a las multitudes de hormigas jugando futbol, del catalogo Pantone a la muerte (y eso en la misma novela).
“Lisa es áspera, Alma sólo piensa en su cuerpo, Luz siempre está apagada. Y Mía no es”.
Como en mucha de la literatura breve o brevísima hay soluciones en que la propuesta está basada en el juego de palabras, en la habilidad del escritor para que la polisemia sea casi epifánica. En mucha de la literatura breve o brevísima, los autores fallan muchas más veces de las que aciertan. Y en 83 novelas, Chimal, que explicita que en su labor para cerrar este volumen tuvo que “desechar casi todos”, utiliza el recurso menos veces de lo habitual y lo hace con una maestría ante la que el lector sólo puede asombrarse. O entristecerse con ese tristísimo “Mía no es”.
“Esperó un segundo con los ojos cerrados. Los abrió: como todas las veces anteriores, el mundo volvió a existir instantáneamente”.
83 novelas es no un libro para leer, sino para releer. Un libro, a pesar de lo breve, para leer en pequeñas dosis, un par de novelas en un par de minutos o en una sentada en el Ipad durante un trayecto en taxi. 83 novelas, como los libros verdaderamente grandes, los que se quedan en el lector, es un libro que no propone un único modo de leerlo sino que deja que sea quien lo lee el que decida los modos y maneras de uso.
“Por recorte de presupuesto sólo podemos llegar al planteamiento. Disculpen las molestias”.
En 83 novelas, otro de los detalles, de esos que pasan desapercibidos pero que hay que acariciar según Nabokov, es el hecho de que el “recorte de presupuesto” se limita solamente a las palabras, a su número porque las novelas cumplen perfectamente con abarcar una realidad, no toda ni toda desde el mismo ángulo, pero la que atrapan la contiene por completo. Aunque hay que tener cuidado porque como una de las novelas, probablemente una de agentes secretos, propone “Hace un segundo estas palabras no existían. Ahora, atención: dejarán de existir en / 3, / 2, / 1,”. Dejaran de existir hasta la relectura que siempre es pronto en el caso de estas 83 novelas.
Banda sonora
No pretendo competir contigo / aunque lo parezca desde afuera. / No, que yo no quiero pelear / pero es que me cuesta evitar / sentir las ganas de matarte. / Si todo lo que quiero / es saber lo que yo quiero / y ver que dirección tomar, / no dar un paso atrás, / saber que hay algo más. ("Piensa como yo", La bien querida).
Y hay dos cosas que son las primeras que llaman la atención en este pequeño volumen. La primera, el hecho de que estando tan de moda las etiquetas como minificción o twittelatura, y aún habiendo nacido la mayoría de los textos como tweets, Chimal se lance, con toda la razón del mundo, a titularlo novelas. La segunda, nada extraña en uno de los pioneros en el país en usar los medios electrónicos al servicio de la literatura y su difusión, es que la manera más sencilla de conseguir este libro, cuya edición impresa, preciosa y bien cuidada según las imágenes que el mismo autor comparte, es de apenas 150, sea precisamente descargándolo en las tres posibilidades que Chimal ofrece gratuitamente en su página.
“El nadador llegó veloz al borde de la alberca. No se detuvo y siguió braceando a través del concreto. Ahora continúa por tu cabeza”.
83 novelas comienza con ese nadador, discreto homenaje quizá al cuento de Cheever, quizá no, que resume perfectamente la idea detrás de los ochenta y tres textos. Acostumbrado como está el lector a que el final sea siempre ese borde de la alberca que es el punto final, Chimal propone, sin ninguna trampa y sin descuidar en ningún momento la calidad y la iluminación de los cuentos, que sea ahí donde comiencen las verdaderas historias y que continúen en la cabeza. La propuesta, aunque de planteamiento sencillo, resulta más compleja de lo que en realidad lo directo, trabajadísimo y logrado, de las novelas hace aparentar. Y en ellas, como en la Comedia Humana de Balzac, el hermano mamotreto este volumen, cabe de todo. Desde las sectas a las que Chimal ya se había dedicado al amor, de la soledad a las multitudes de hormigas jugando futbol, del catalogo Pantone a la muerte (y eso en la misma novela).
“Lisa es áspera, Alma sólo piensa en su cuerpo, Luz siempre está apagada. Y Mía no es”.
Como en mucha de la literatura breve o brevísima hay soluciones en que la propuesta está basada en el juego de palabras, en la habilidad del escritor para que la polisemia sea casi epifánica. En mucha de la literatura breve o brevísima, los autores fallan muchas más veces de las que aciertan. Y en 83 novelas, Chimal, que explicita que en su labor para cerrar este volumen tuvo que “desechar casi todos”, utiliza el recurso menos veces de lo habitual y lo hace con una maestría ante la que el lector sólo puede asombrarse. O entristecerse con ese tristísimo “Mía no es”.
“Esperó un segundo con los ojos cerrados. Los abrió: como todas las veces anteriores, el mundo volvió a existir instantáneamente”.
83 novelas es no un libro para leer, sino para releer. Un libro, a pesar de lo breve, para leer en pequeñas dosis, un par de novelas en un par de minutos o en una sentada en el Ipad durante un trayecto en taxi. 83 novelas, como los libros verdaderamente grandes, los que se quedan en el lector, es un libro que no propone un único modo de leerlo sino que deja que sea quien lo lee el que decida los modos y maneras de uso.
“Por recorte de presupuesto sólo podemos llegar al planteamiento. Disculpen las molestias”.
En 83 novelas, otro de los detalles, de esos que pasan desapercibidos pero que hay que acariciar según Nabokov, es el hecho de que el “recorte de presupuesto” se limita solamente a las palabras, a su número porque las novelas cumplen perfectamente con abarcar una realidad, no toda ni toda desde el mismo ángulo, pero la que atrapan la contiene por completo. Aunque hay que tener cuidado porque como una de las novelas, probablemente una de agentes secretos, propone “Hace un segundo estas palabras no existían. Ahora, atención: dejarán de existir en / 3, / 2, / 1,”. Dejaran de existir hasta la relectura que siempre es pronto en el caso de estas 83 novelas.
Banda sonora
No pretendo competir contigo / aunque lo parezca desde afuera. / No, que yo no quiero pelear / pero es que me cuesta evitar / sentir las ganas de matarte. / Si todo lo que quiero / es saber lo que yo quiero / y ver que dirección tomar, / no dar un paso atrás, / saber que hay algo más. ("Piensa como yo", La bien querida).
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