lunes, 18 de octubre de 2010

Inframundo de Javier Moreno

Javier es mi amigo. Esta circunstancia tal vez me inhabilite para comentar Inframundo.
(Javier Avilés)

Hay dos motivos que deberían impedir la escritura de una reseña elogiosa. El primero, la creencia, todavía, de que literatura, de que lo que vale la pena leer, es algo que sólo se consigue en eso que llamamos libros, con tapas y hojas de las que se pasan a mano. El segundo que haya algún vinculo, la amistad, la hermandad, que pueda unir al autor del texto y el de la reseña. Pero superadas esas dos dificultados, encontrarse con un libro como Inframundo de Javier A. Moreno y no hablar sobre él, sería un descuido imperdonable.
“— Intentémoslo una vez más. / — Está bien. /— Empiece desde el principio. Dígame lo primero que recuerda”. Así, con estas tres líneas, “Bucle”, el cuento dialogado que abre este pequeño volumen, deja claro desde el principio el tema. Inframundo es un libro en que todo se repite con variaciones, que van de lo impreceptible a lo radical entre un cuento y otro, un libro en el que lo importante pasa siempre en el adentro de los personajes aunque jamás se nos explique exactamente si el mismo paciente, nunca mejor usada la expresión al referirse a esos personajes de nombres y acciones, lo sabe o es algo que el narrador, aún en primera persona, intuye. Es Inframundo un título acertado para esos personajes que si no están en el infierno se encuentran, al menos, en una zona que no pertenece para nada a este mundo, aunque todos suceden aquí y ahora. O, como buena literatura, en cualquier lugar y en cualquier momento.
Los protagonistas de los breves cuentos, ninguno pasa de las dos páginas, del libro de Javier Moreno son, sobre todo, solitarios, personajes que pasan junto a otras personas, pero que, precisamente en ese contacto humano es donde toman, quizá no ellos pero sí el lector, de que estar junto a otro no es necesariamente compañía. Inframundo es un libro impregnado de nostalgia por un mundo que se tuvo que abandonar, por una idea que nunca llega a realizarse, por un instante de revelación. Una revelación que cae, de repente, en la mente de quien lee con atención estos cuentos sin importar la cordura ya que, como dice uno de los personajes, hablando por todos, “siempre le he tenido mucho miedo (¿y quién no?) a volverme loco de repente. O progresivamente. En últimas da lo mismo el ritmo. A veces siento que las personas me hablan de una manera especial, o que dicen cosas y no entiendo bien de qué están hablando. Y temo por mí y mis neuronas”.
Y, si en algún momento, Inframundo da la sensación de que es un libro sobre perdedores, sobre enfermos que no tienen más remedio que estar enfermos, desconectados de la realidad, en medio de una guerra o de una exploración que no es la suya pero en la que están inmersos, en una zona fantasmal que les pertenece por, precisamente, no pertenecerle a los demás, en una zona en la que todo es mala suerte contradiciendo la cita de Amundsen que abre uno de los cuentos: “La victoria espera a aquel que tiene todo en orden. A eso que llaman suerte. La derrota es para aquellos que no han tomado las debidas precauciones a tiempo. A eso se le llama mala suerte”. Todo en un libro en que todo, hasta el azar, está más allá de la buena o mala suerte.
(Dos comentarios entre paréntesis: 1) http://www.finiterank.com/inframundo es la dirección desde la que se puede descargar el libro. 2) Aunque el libro es excelente, tal vez haya un cuento, “Odontología” que puede sobrar).

Una minificción de Javier Moreno
“Por lo general preferimos no mencionarlo, pero en el fondo de la casa, en esa habitación pequeña junto a la cocina que mi abuelo usaba de depósito de herramientas y armerillo, hay un armario que nadie abre por temor a que vuelva a aparecer el niño. Cuando aparece, el niño tiene una granada en la mano. Aunque es evidente que habla, el niño no emite sonido alguno. Elige un interlocutor y le habla. A veces es posible reconocer palabras, leerlas en sus labios. Me dice "papá". Se ríe. Sonríe. Muestra su granada nueva y grande. La ostenta. Apenas le cabe en las manos. Se nota que pesa. Luego, de un golpe, saca el seguro y se ríe más con risa y mirada de niño malvado que todavía no sabe en qué consiste su maldad. No hay manera de impedir que esto pase. Una vez el niño aparece, alguien en la casa debe resignarse a verlo explotar.” (“Niño”)

Banda sonora
“Ahora sé en qué nos parecemos / ahora parece que sé que tú y yo somos iguales / aunque sé que no me lo merezco / he venido a pedirte otra oportunidad. // Ahora sé lo mucho que te quiero / y ahora quiero que tú digas que me quieres igual” (“No sé cómo te atreves”, Los Planetas).

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