lunes, 25 de abril de 2011

Tres poemas de Gonzalo Rojas (1917-2011)

Carta del suicida
Juro que esta mujer me ha partido los sesos,
Por que ella sale y entra como una bala loca,
Y abre mis parietales y nunca cicatriza,
Así sople el verano o el invierno,
Así viva feliz sentado sobre el triunfo
Y el estomago lleno, como un cóndor saciado,
Así padezca el látigo del hambre,
así me acueste
O me levante, y me hunda de cabeza en el día
Como una piedra bajo la corriente cambiante.

Así toque mi citara para engañarme, así
Se habrá una puerta y entren diez mujeres desnudas,
Marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
Unas sobre otras hasta consumirse.

Juro que ella perdura porque ella sale y entra
Como una bala loca,
Me sigue a donde voy y me sirve de hada.

Los cómplices
Te decía en la carta
que juntar cuatro versos
no era tener el pasaporte a la felicidad
timbrado en el bolsillo,
y otras cosas más o menos serias
como dándote a entender
que desde antiguamente soy tu cómplice
cuando bajas a los arsenales de la noche
y pones toda tu alma
y la respiración
perfectamente controlada,
por mantener en pie tus rebeliones
tus milicias secretas
a costa de ese tiempo perdido
en comerte las uñas, en mantener a raya
tus palpitaciones,
en golpearte el pecho por los malos sueños,
y no sé cuántas cosas más
que, francamente, te gastan la salud
cuando en el fondo
sabes que estoy contigo
aunque no te vea
ni tome desayuno en tu mesa
ni mi cabeza amanezca en tu pecho
como un niño con frío,
y eso no necesita escribirse.

¿Qué se ama cuando se ama?
¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: ¿amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

domingo, 24 de abril de 2011

Jornadas de Poesía en Aguascalientes

Lunes 2 de mayo
12:00 hrs
Mesa de lectura
Carlos Aguilar Esparza, Sergio Martínez Medina, Cinthya Aguayo e Ilse Díaz
Casa Terán

13:00 hrs.
Lectura de poesía
Karla Acosta, Alejandro Guardado, Rosalba Abarca, Fabiola Esquivel y Moisés Ortega
Casa Terán

18:00 hrs.
Presentación editorial Cuarzo
Ricardo Castillo/ Presenta: Luis Armenta Malpica
Librería Educal

20:00 hrs.
Lectura de poesía
Jorge Fernández Granados, Arlette Luévano, Francisco Martínez Farfán y Ricardo Esquer
CIELA

Martes 3 de mayo
12:00 hrs.
Lectura de poesía
Ernesto Lumbreras, Benjamín Valdivia, Ricardo Castillo y Eduardo López
Casa Terán

18:00 hrs.
Presentación editorial Cuerpo+después
Luis Armenta Malpica (autor)/ Presentan: Benjamín Valdivia, Ernesto Lumbreras
Librería Educal

20:00 hrs.
Lectura de poesía
A.E. Quintero, Claudia Posadas, Rubén Chávez, y José Luis Justes
CIELA

Miércoles 4 de mayo
12:00 hrs.
Presentación editorial Liber Scivias,
Claudia Posadas (autora)/Presentan: Luis Armenta Malpica y Arlette Luévano
Casa Terán

13:15 hrs.
Lectura de poesía
Luis Armenta Malpica, María Rivera, Juan Pablo de Ávila y Patricia Ortiz
Casa Terán

19:00 hrs.
Ceremonia de premiación
A.E. Quintero (galardonado) y autoridades CONACULTA/INBA/ICA
Teatro Morelos

20:00 hrs.
Brindis y recital
Vestíbulo del teatro Morelos

sábado, 23 de abril de 2011

Némesis de Philip Roth

Y si este año no le dan el Nobel de literatura a Philip Roth, ¿no le pueden dar el de la paz?
(José María Justes Torres)


Tras el “fracaso” de Humillación, la última novela de Philip Roth devuelve al genio en su mejor forma. Némesis (Mondadori, 2011) es una novela en que vuelve a temas que le son queridos y en los que, reescribiendo personajes y temas, Roth parece encontrarse cómodo. Aquí vuelve a la infancia y a Newark para contar una historia sobre la epidemia de polio en esa comunidad, pero también una historia de moralidad y de lecciones ineludibles sobre la vida. Con su habitual modo de resultar moralista sin moral, mostrando simplemente los personajes y sus acciones, los aciertos y los desaciertos de estos con esa prosa contenida y nada grandilocuente que es característica del escritor judío.
“La vida es así – añadió, una frase que su abuelo decía con frecuencia-. Siempre ocurre alguna cosa extraña”.
Y en Némesis, un nombre griego que remite a la tragedia y en inglés al enemigo, Roth para explicar la vida utiliza una estructura triple. Primero, un Bucky Cantor, entrenador porque su miopía le impidió ir a la guerra, que está en el centro de la epidemia en el barrio judío de Newark, que Roth conoce tan bien. Después, una especie de intermedio, de descanso antes del “catartico” final, un momento de amor y erotismo y sensualidad en el campamento de verano al que Bucky, no huyendo de la enfermedad sino cumpliendo su obligación, se marcha junto a su prometida. Todo para terminar, al más puro estilo rothiano, con el encuentro entre el narrador, al que apenas se le nota salvo en un par de apariciones en primera persona, y el regresado Bucky que debe enfrentar las desastrosas, y nunca queridas, consecuencias de sus buenas acciones.
“-Entonces, con la voz quebrada, añadió.-: Le gustaba la vida”.
Y, como en la mayor parte de las novelas de Roth por no decir en todas, entre las acciones de los personajes, se entremezclan esas conversaciones llenas de sabiduría judía, paterna, del tipo “hay que sacrificarse y luchar para salir adelante en la vida” y materna, del tipo “trabajar, trabajar para que la siguiente generación mandé todo a volar”. En esos momentos, Roth, sus personajes, se convierte en un aforista que en apenas unas cuantas palabras describe perfectamente eso que hemos dado en llamar el sentido de la vida. Apenas, y eso como lector siempre se agradece, apenas hay frase que no tenga desperdicio. Aunque, parte de la genialidad y la marca de Roth, son no añadidos o apartes morales sino verdades de la acción de los personajes y más como cuando en esta novela se enfrentan, pagina sí y página también, con la realidad última, la muerte.
“-Haces lo correcto, una vez y otra y otra, haces lo que es debido sin cesar. Tratas de ser una persona considerada, una persona razonable, una persona complaciente, y ocurre esto. ¿Dónde está el sentido de la vida? / -No parece tener ninguno –dijo el señor Cantor:”
Pero las verdades que puedan explicar la vida, y esa parece ser la gran lección de esta novela, no tienen mayor sentido. Hagan lo que hagan los personajes, sean como Cantor obcecadamente decididos a hacer siempre lo correcto o como los despreocupados italianos que llegan a escupir a los judíos, el problema que plantea Roth es el que ha estado presente en todas sus novelas. Eso que se llama, dependiendo de quien, destino o voluntad divina, Yavhe o corección y entrega, no es en el fondo más que una cadena de acontecimientos en la que, aunque parezca que se protagonizan, no caben más que los papeles secundarios.
“Entonces Horace parecía darse por satisfecho, e iba a colocarse junto a otro de los jugadores. Todo lo que pedía a la vida era eso, que le estrecharan la mano”.
Horace, el tonto del barrio de Newark, el retrasado, es uno de esos personajes secundarios que, como siempre en Roth, se resuelven en acertadísimas pinceladas y que en sus breves apariciones sirve de contrapunto a las acciones de los protagonistas. Mientras todo Newark está preocupado por la epidemia de polio, Horace sólo busca conservar su vida de siempre, pasear, saludar, tomar helado en un verano en el que sigue llevando un grueso abrigo de lana, mientras todos parecen preocupados por la vida y la muerte, él simplemente quiere seguir viviendola. Horace es, en esta novlea de estructura teatral y shakespiriana, ese bufón que con su sola presencia alerta de otro modo de mirar las cosas, pero al que nadie hace caso y que nadie entiende sino hasta el desenlace final de la tragedia.
“Sólo soy una chica corriente que quiere ser feliz. Tú me haces feliz. Siempre me has hecho feliz. ¿Por qué ahora no?”
Y, por supuesto, otro de los temas rothianos más recurrentes, el amor, la sexualidad, su desdcubrimiento o su desaparición según el protagonista, vuelve a parecer con una fuerza que también había perdido en Humillación. En apenas tres o cuatro páginas Roth vuelve a describir, con una maestría que aunque no hubiera perdido hacía tiempo no utilizaba, un encuentro en el bosque de Cantor y su prometida que logra que el lector sonría ante semejante inocencia, inconcencia que a las pocas páginas se pierde al tener que enfrentarse a todas las circunstancias que están fuera de esos árboles y de esa isla, metafórica y real, en la que se han amado. Y Cantor, cuyo mayor problema es que siempre tiene que elegir lo más correcto, va a abandonar esa historia no por falta de amor sino por exceso de él.
“Era imposible creer que Alan yaciera dentro de aquella caja de pino sencilla y color claro por el mero hecho de haber contraído una enfermedad de verano. La caja de la que no puedes escaparte. La caja en la que un niño de doce años tenía doce años para siempre. Los demás vivimos y envejecemos cada día, pero él sigue teniendo doce años. Transcurren millones de años, y él sigue teniendo doce”.
Y, con la epidemia de polio en toda la novela, el viejo novelista, el eterno candidato al Nobel (esta novela, en lo que parace una perfecta estrategia mercadológica, salió a la venta en inglés un día después del anuncio del Nobel a Vargas Llosa) vuelve a su tema recurrente, la muerte. Y es que Roth, escriba de lo que escriba, por muy vitalista que sea, siempre encuentra esa pareja de la vida que es precisamente su ausencia. Némesis es una novela, en ese sentido doble. Por un lado, la urgencia de vivir del señor Cantor, que en las páginas finales el lector descubre que no es tanta o que no fue tanta, y por el otro los primeros muertos de Newark, niños que son, y ya nunca serán, la promesa de la tierra prometida de Estados Unidos. Némesis es una novela en la que los muertos son siempre la promesa que pudieron haber sido y ya nunca serán y los vivos son losque van pasando y, nunca mejor dicho, sobreviviendo. Por la vida, esa vida que siempre es extraña, es por encima de todo sobrevivir. Y, sobre todo, sobrevivirse a uno mismo.

“Unas veces tienes suerte y otras no.
Toda biografía está sujeta al azar y, empezando por la misma idea, el azar –la tiranía de la contingencia- lo es todo. Creo que el señor Cantor se refería al azar cuando censuraba aquello que él llamaba Dios” (Philip Roth).

Banda sonora
“Si te quieres venir / puedo pasarme a buscarte. / Si te quedas conmigo / para que pueda explicarte / lo mucho que te necesito, / aunque creo que ya lo sabes / voy a volver a decirlo. / Te quiero más que nadie, / que te sigo queriendo lo mismo / para que alivies mis males, / señora de mis abismos” (“Alegrías”, Manuel Vallejo, Jota)

domingo, 17 de abril de 2011

Henry Baum

El año era el 2020. Con la excepción de que mientras escribo esto el año es el 2008.

(Henry Baum)

The American Book of the Dead de Henry Baum (descargable gratuitamente desde su página) es una experiencia del solipsismo llevado a su máxima expresión. La última frase de la introducción, una introducción falsa, es significativa. “¿Qué opción me quedaba, en medio de la Gran Opresión –la muerte de Dios, la ciencia, el amor y el odio– que creer en mí mismo”. Lo que aún no saben ni el lector ni el autor, ni el pseudoautor es que al final a quien escribe eso no le queda más remedio que no creer en absolutamente nada. Ni siquiera en él mismo. El libro, que en ocasiones el lector lee al mismo tiempo que se está escribiendo, es un recuento de acontecimientos en los que aparecen un gobierno corporativo, un escritor casi profético, y versadísimo en las Escrituras, y, como no podía ser menos extraterrestres, o quizá no, y una buena dosis de teorías de la conspiración.

“‘Para los teóricos de las conspiraciones tengo una buena y una mala’, dijo. ‘La buena es que tienen razón. La mala es que tienen razón”.

Para el lector de The American Book of the Dead es que casi ninguna página del libro tiene razón pues apenas pasada, o un par de capítulos más adelante, se presenta una situación, un dato, un sueño que cambia todo lo supuesto hasta entonces. El problema, y lo que convierte a la novela, en una delirante fantasía sobre, precisamente la fantasía y el poder de la literatura, es Eugene Myers, un escritor de tercera fila, que acaba de descubrir que su hija se dedica al porno en internet y que su esposa está a punto de abandonarlo. Pero, ¿qué pasaría si ese mismo escritor, como en un cuento borgiano, estuviera creando lo que escribe. O, mejor dicho, lo escrito se vaya creando.

“Incluso escribí un nuevo capítulo en el que el presidente Winchell moría, pero Winchell aún estaba vivo.”

Myers está escribiendo en una novela al mismo tiempo, o quizá doce años antes, al mismo tiempo en que el presidente está a punto de declarar la tercera guerra mundial. La novela de Eugene Myers es apocalíptica al igual que sus sueños. Y ambos, de repente, comienzan a coincidir, no en sus acciones, sino en sus personajes. No es lo que pasa, sino que los personajes de los sueños del escritor se convierten en reales aunque no funcionen de modo semejante. Y el único modo de evitar, justamente, lo que está escribiendo es intervenir en la realidad, una realidad que el lector nunca tiene claro si es la “realidad”.

“‘No creo que Dios o Satán estén representados por un solo hombre’”, dijo. ‘Eso sería darle demasiado importancia a un hombre quitándoles valor a los otros’”.

La novela se lee como un “what if?” pero con uno de las partes involucradas deseando que nunca hubiera ocurrido. A Myers, escritor controlador, se les escapa todo de las manos cuando, interpretando su propios sueños, descubre que él es la única esperanza, que sólo él, abandonando lo único que le quedaba tras el hundimiento de la familia, podría, ya que nunca tiene la certeza de poder, salvar el mundo, un mundo que se pregunta una y otra vez si quiere ser salvado.

“‘Te dormiste pero no quise despertarte’, dijo. Me estudió. ‘Pareces asustado, Gene. ¿Un mal sueño?’ / ‘Una pesadilla’, le respondí.”


The American Book of the Dead. Segunda Parte

“Mi novela era mentira. Hay tres cosas de las que no hablé en la Parte I de The American Book of the Dead: la adicción a la heroína, mi salud y la disolución de mi matrimonio. Una trinidad de nuevo, como ya dije antes, o quizá es que las malas ideas llegan en tríos. Esas tres cosas eran las que estaban en cada página del libro pero o yo era muy cobarde como para mencionarlas o es que aún no habían hallado su lugar. Se puede considerar una mentira la idea que yo estaba prediciendo el futuro en mi libro. El libro mismo era una colección de medias verdades. Yo no era realmente un escritor con una familia trabajando en una novela. (…) ¿Cómo podía estar prediciendo el futuro si era tan deshonesto con el presente? La respuesta es que no podía. Yo tenía una secreta esperanza de que fuese capaz de profetizar pero algo en mí me decía que solo era capaz de intuir”.

Banda sonora

Mis canciones... son fugaces... // Cualquier amago de sinceridad, / es fruto de pura casualidad. // Mis errores... son cobardes... // Desaparece en la oscuridad, / y es síndrome de la necesidad. // ahhhhh ahhhhhh / ahhhhhhhhhhhhh. (María Rodes, “Escondite”).

miércoles, 13 de abril de 2011

T. S. Eliot


Había una puerta
Y no podía abrirla. No podía siquiera tocar el pomo.
¿Por qué no podía salir de mi prisión?
¿Qué es el infierno? El infierno es uno mismo,
Uno solo, los otros son apenas proyecciones.
No hay nada de qué escapar
Y tampoco dónde. Uno siempre está solo.

lunes, 11 de abril de 2011

D. me dice que estás bien y yo me alegro desde lejos mientras traduzco a Vera Pavlova

Si hay algo que desear,
habrá algo de que arrepentirse.
Si hay algo de que arrepentirse,
habrá algo que recordar.
Si hay algo que recordar,
no habrá nada de que arrepentirse.
Si no hubo nada de que arrepentirse,
no habrá nada que desear.

Un remedio para el insomnio
No ovejas bajando la colina
ni las grietas del techo:
cuenta a los que amaste,
a los antiguos inquilinos
de los sueños que te mantenían despierta,
a los que una vez fueron tu mundo,
a los que te acunaban en sus brazos,
a los que te amaron...
Caerás, entonces, dormida al amanecer. Llorando.

Christpher Moore

A mí, que soy judío, me resulta difícil permanecer en el momento. Sin pasado, ¿dónde está la culpa? Y, sin futuro, ¿dónde está el temor? Sin culpa ni temor, ¿quién soy?
(Christopher Moore)


A Christopher Moore los reseñistas laudatorios que llenan las solapas y las contraportadas de los libros lo han comparado con Jonathan Swift, Kurt Vonnegut, Terry Pratchet o Mark Haddon. Y, aunque no llega a la altura literaria de ninguno de ellos, comparte respectivamente, la risa dentro de las situaciones más duras o el sinsentido de lo que se considera a primera vista lógico. Y en Cordero (La Factoría de Ideas, 2010) vuelve a la carga con un libro que, aunque pudiera parecer polémico por el tema, por el protagonista, es una de las obras más divertidas que se hayan publicado últimamente.
“Creéis que sabéis cómo termina esta historia, pero no lo sabéis. Hacedme caso. Yo estuve allí. Yo sí lo sé”.
El punto de partida es muy sencillo. Desesperados en el cielo porque la gente ya no cree en los cuatro evangelios envían a un ángel, bastante torpe y adicto a las series de televisión y a las luchas, a que resucite a Leví, uno de los amigos de infancia de Jesucristo, y le obligue, encerrado en un hotel de cinco estrellas en Nueva York, a escribir un nuevo evangelio. Pero, con semejante planteamiento, y en manos de un autor nada políticamente correcto, nada sale según la teología más ortodoxa. Y más visto el modo en que Levi conoce a Joshua, así lo llama durante toda la novela, cuando teniendo ambos seis años lo ve resucitando lagartijas para que su hermanastro las pueda volver a matar.
Como Joshua tiene miles de problemas con su propio destino ya que sabe que el elegido, el mesías, pero Dios parece empeñado en no hablarle, decide partir en busca de las tres únicas personas que pueden ayudarle, los tres reyes magos, viaje que le lleva a Oriente Próximo (donde aprende el arte de dominar a los demonios), al Tibet (donde aprende meditación y concentración y compasión) y la India (donde aprende el siempre útil truco de multiplicar la comida). Mientras tanto, José, su padrastro, muere sin poder despedirse de él mientras pronuncia sus últimas palabras: “Decidle al bastardo que lo quiero”.
“-No puedo creer que no haya podido esperar a que yo emergiese. ¿Estás seguro de que era mi padre? / -Parecía él, sí. –El nuevo me miró y se encogió de hombros. En realidad, se parecía a James Earl Jones, aunque eso yo no lo sabía por entonces.”
Levi, el narrador de todo el libro, tiene, además de una obsesión por el bacón (“Si puedes anunciar la buena nueva a los gentiles, ¿no podrías levantar esas prohibiciones alimentarias?” le pregunta a su amigo), la habilidad de mezclar metáforas y comparaciones de lo más contemporáneo. Y una vez que vuelven a Judea, con Joshua ya más consciente de su misión, se encuentran con el primo Juan que está empeñado en bautizar a todos y que, en una escena bastante parecida a la del evangelio, bautiza a Joshua salvo que este está hundido cuando aparece la paloma.
“-Joshua, no tienes que sacrificarte para demostrar lo que quieres demostrar. Llevo toda la noche pensando en ello. Puedes negociar”.
Todas las aventuras de este libro, excepto el triangulo amoroso formado entre Levi enamorado de Maria Magdalena a la que siempre llaman Magda que a su vez está enamorada resignadamente del casto Joshua, son conocidas: la llamada a los doce apóstoles, entre los que se encuentra un cínico griego, curaciones, multiplicación de los panes y los peces y los últimos días de Joshua que para sacrificarse, como está escrito, tiene que luchar contra sus doce apostoles que se niegan a que vaya montando escándalos por ahí y lo encierran tras la última cena.
“Alguien tenía que hacerlo. Si no, habría seguido recordándonos lo que nosotros nunca seremos”.
Por supuesto que Cordero puede leerse como una burla de los momentos fundacionales de la religión católica, pero quedarse ahí sería quedarse bastante corto. Cordero puede leerse, en primer lugar, como una novela, es decir, una historia inventada que dándole la vuelta a situaciones conocidas propone aligerarlas, un poco al modo de “La Vida de Brian” de los Monty Python. Y, en un sentido más profundo, en una relectura quizá, también puede ser una novela que habla de cosas que suceden hoy y que apenas han cambiado desde aquellos tiempos: las conductas farisaicas, el verdadero valor de la amistad y el amor, ejemplificado aquí por Magda, que todo lo puede y que todo lo sacrifica.

Banda sonora
No voy a ningún lado, / me quedo por aquí. / Y esto que me ha pasado, / lo pienso repetir. / Un batallón armado / y cuatro jueces espontáneos. / Quiero decir que por fin / digo lo que me viene en gana, / hago lo que me da la gana. (La Bien Querida, “Me quedo por aquí”).

miércoles, 6 de abril de 2011

(…) la chica indie que robó mi corazón para luego dejarlo escondido bajo mi propia cama antes de partir.
Dejaré su nombre en el anonimato, por el bien de ella, el mío y el de todos aquellos que puedan sospechar habérsela encontrado alguna vez rebotando por sus vidas.
Ella fue mi chica indie. Y aunque nunca me necesitó, quedó registrada como ciertos tatuajes que uno esconde bajo la polera.
("ella era una chica indie", Daniel Hidalgo)

martes, 5 de abril de 2011

Harper Simon, wishes and stars


Everyone seems so certain
Everyone knows who they are
Everyone's got a mother and a father
They all seem so sure they're going far
They all got more friends than they can use

Except me 'cause I'm a fool
I'm as simple as a bee
As a melody in C
But it don't matter
There are more wishes than stars

Every guest
So pleased with themselves
They're brimming with success
Their whole life's been blessed
But it don't matter

Everyone's been on a holiday in the sun
Or they just got back from one
All they do is just have fun
They all got more friends than they can use

I'm not too certain about many things
I'm not too sure who I am
I ain't got no mother and I ain't got no father
I ain't got no girlfriend to hold my hand

I'm slow like the trees when they grow
I'm sluggish like the ocean when it moves
I'm plain like water or like rain
But I shouldn't complain cause it don't matter

There are more wishes than stars
More wishes than stars

lunes, 4 de abril de 2011

El héroe de las mil caras

Si todo va bien es gracias a Ti. / Si va mal, también es gracias a Ti.
(Canción popular hasídica)

“Las verdades contenidas en las doctrinas religiosas aparecen tan deformadas y tan sistemáticamente disfrazadas que la inmensa mayoría de los hombres no pueden reconocerlas como tales”. La afirmación de Freud, estratégicamente colocada como primera frase del prefacio, es sobre la que se construye toda la teoría y la acumulación de ejemplos de El Héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito de Joseph Campbell, un libro que demuestra, una vez más, y como tanto le gustaba repetir a Borges, que todas las historias son la misma. Y también desde las primeras frases deja claro Campbell que la finalidad de su libro “es descubrir algunas verdades”.
“Los esquimales de Groenlandia enumeran una marmita hirviendo, un hueso pélvico, una gran lámpara ardiente, guardianes monstruosos y dos rocas que se entrechocan y se abren”.
Y como en un viaje, nunca mejor usada la expresión, el antropólogo va siguiendo a un mismo héroe en sus encarnaciones con ejemplos que van de los chamanes de Siberia a la mitología prehispánica, del catolicismo medieval a los sueños contemporáneos, de la India a los pueblos del África más profunda. Campbell sigue, y hace que el lector siga a un héroe que siempre atraviesa los mismos peligros, que siempre tiene los mismos ayudantes y las mismas pruebas, hasta alcanzar un destino más alto, regresando a veces, a veces muriendo. Y demostrando, con fuentes y ejemplos, que es, a pesar de la diversidad de nombres y encarnaciones, uno sólo ese mismo que se presenta bajo mil rostros dando título al libro.
“De la concepción el incremento, / Del incremento el pensamiento, / Del pensamiento el recuerdo, / Del recuerdo la conciencia, / De la conciencia el deseo”
Tras unas primeras páginas en las que plantea de manera general, aunque profunda, las relaciones entre mito y sueño, entre héroe y divinidad, que van a aparecer y reaparecer a lo largo del libro, se centra en lo verdaderamente interesante para cualquier lector: la aventura del héroe. A partir de esa página el libro puede leerse como una colección anotada de cuentos folclóricos y mitologías del mundo, como, para el lector especializado en antropología, un estudio comparativo o, ara el psicoanalista como una confirmación de las teorías jungianas sobre el inconsciente colectivo. Tema este que aparece explicitado una y otra vez, cada unas cuantas páginas como para que el lector lo recuerde.
“En la oficina del psicoanalista moderno las etapas de la aventura del héroe salen a la luz de nuevo en los sueños y alucinaciones del paciente. Desaparece una profundidad tras otra de las ignorancias de sí mismo, con el analista representando el papel del ayudante”.
Alternando ambas facetas, la de recopilador y explicitador de las ideas subyacentes bajo los mitos fundacionales y la de analista contemporáneo, Campbell va llevando al lector por un mundo mágico, fantástico aunque no tanto, en el que al final se ve reflejado como en un espejo. Y todo no para explicar o racionalizar sino para demostrar, de ese modo que quien recorre el mismo viaje que el autor y el héroe no puede sino hacer suyo, que en cualquiera de esas historias están cada uno de los miembros de la raza humana.
“El Príncipe Madera y la Madre Metal reunieron luz y oscuridad y así crearon la raza humana, el hombre y la mujer. Y así gradualmente apareció el mundo…” ¿Quién no ha sabido, o sentido, que el mundo, en efecto, sólo puede crearse así?

El siempre grande Javier Marías
comienza su novela recién publicada con la siguiente frase. “La última vez que vi a Miguel Desvern o Deverne fue también la última que lo vio su mujer, Luisa, lo cual no dejó de ser extraño y quizá injusto, ya que ella era eso, su mujer, y yo era en cambio una desconocida y jamás había cruzado con él una palabra”. Y a partir de ahí Los Enamoramientos propone, no una novela más sino una novela de Marías, una de las voces más peculiares de la literatura en lengua española actual. Una novela en la que lo importante es la trama, por supuesto, pero también con el lenguaje (“lo último de lo que se debió dar cuenta fue de que lo acuchillaban por confusión y sin causa, es decir, imbécilmente, y además una y otra vez, sin salvación, no una sola, con voluntad de suprimirlo del mundo y echarlo sin dilación de la tierra, allí y entonces”) y, por supuesto, con las verdades últimas (“Tarde para qué, me pregunto. La verdad es que lo ignoro”).

Banda sonora
Me estás robando horas de sueño, / me estoy mintiendo y me lo creo, / pero como te estoy queriendo, / no tiene medida ni tiene tiempo. // Olvidarme de todo no lo contemplo. / ¿Por qué siempre me pides lo que no tengo? // Me he preguntado tantas veces, quién soy yo para ti, / y qué lugar ocupo en tu vida. / Y es que a veces te miro / y parece como que si, / pero hay otras que hubiera preferido / no fijarme nunca en ti. (La Bien Querida, “Sentido Común”).