A de Quincey con su opio y huestes de asesinos / a Mateo y Marcos que buscaban la primicia / al verbo de San Juan / a Shakespeare met the night mare
(Mijail Lamas)
(Mijail Lamas)
En “El Celta Miserable” hay unas cuantas plaquettes que destacan sobre las demás y que merecen bastantes más palabras aparte de los elogios colectivos a la labor de la editorial Pasto Verde. Leer la colección entera es como leer una antología, con un criterio absolutamente personal, lo que en sí mismo no es malo, de lo que se está haciendo en el país.
Un recuento parcial de los incendios de Mijail Lamas esconde, tras su significativo título, una selección de poemas combinando, al final del delgado volumen, inéditos con poemas ya publicados. Con este “recuento parcial” el joven Lamas presenta una de las escrituras más vitales de las actuales en la que conjuga una rara perfección formal con temas absolutamente contemporáneos, una necesidad vital de, como dice él mismo, establecer “una enumeración de cosas que se olvidan / o que se van rodando”.
Como viene siendo habitual en su poesía, en Umbral a la indolencia Roxana Elvridge-Thomas presenta unos poemas de ritmo trabajadísimo y que, precisamente por ello, resultan sencillos para encontrarse con el lector y que, desde los primeros versos, establecen una empatía que se puede leer de multiples modos, desde el vital hasta el de auto reflexión sobre el propio modo de escritura. Dice: “Si logras que un gato te mire a los ojos / y miras muy fijo en los suyos / y sientes que el oscuro ronroneo / pasa a tu cuerpo”.
Dos poetas de matices diferentes proponen también en las apenas veinte páginas antologías personales. Ni tarde ni temprano de Alvaro Solís recoge un puñado de poemas que demuestran una voluntad necesaria de integrarse dentro de la traducción siempre renovada de la escritura mexicana que en este caso convive con los otros textos a través de epígrafes y referencias dentro del texto, mientras que La luz de otras mañanas de Feliz Suárez ocupa su “antología breve” en proponer dentro de su obra una lectura que esté profundamente marcada por dos de los temas más eternos en la poesía: el amor y al extrañeza ante la muerte.
Aquello que sucede cuando en aliento llegas en la noche estrellada de los versos de Armando Alanis Pulido continúa con su, casi siempre, costumbre de títulos largos y radicalmente descriptivos mientras que el interior reúne un conjunto de poemas, breves, brevísimos ya que algunos apenan alcanzan los tres versos, que en su concentración y en su escogido vocabulario presentan imágenes y aserciones que quedan bastante tiempo en la memoria del lector como en, por citar uno de los versos, “es dócil este siglo en que coincidimos y el rotar con sutileza se nos da”.
Poemas de Kenia Cano propone, tras el sencillo –y, precisamente, por ello significativo- título una poesía fuertemente enraizada en la posmodernidad y en una construcción-destrucción del lenguaje que convierte a la página
En Ebriedad de Dios, Luis Armenta Malpica ofrece al lector una relectura de un poemario antiguo, como un modo no de reescritura sino de observación, de un releer, o leer por vez primera unos versos que se amparan de modo acertadísimo bajo el epígrafe de Silvia Tomasa Rivera (“las manzanas son agrias y el vino se fermenta en el estómago”) y los propios versos primeros que proponen “esa tristeza lenta del recuerdo / [que] se nos va desdoblando por la cara”.
Trasdía de Jair Cortés ofrece uno de los poemas (“Missing”) más estremecedoramente sencillos, de esa sencillez profunda que dice mucho más, de los últimos años y que termina diciendo que el propio poeta estás “alzando ya la voz / en espera de verme / llegar por otro lado / con muy buenas noticias”.
Estigma del verso de Stephanie Alcantar, una de las sorpresas más gratas de la colección, por el descubrimiento, entrega a una de las autoras más jóvenes de los representados con una escritura que, aunque todavía fresca, es de esas que “sucede que al encontrarme aquí / descubro un color de la vida que pocos ven / pero cómo mancha”; o sea, la misma escritura.
Dos fragmentos de Michaux
“Les escribo de un país en otro tiempo claro. Les escribo del país del manto y la sombra. Vivimos desde hace mucho, vivimos en la Torre del pabellón a media asta. ¡Ah, verano! Verano envenenado. Y desde entonces el mismo día siempre, el día del recuerdo incustrado...// El pez fuera del agua piensa en el agua todo lo que puede. Todo lo que puede, ¿no es natural? En lo alto de una cuesta se recibe una lanzada de pica. En seguida, toda una vida cambia. Un instante echa abajo la puerta del Templo”.
“La unión del yo y el vino es un poema. La unión del yo y la mujer es un poema. La unión del cielo y la tierra es un poema pero el poema que nosotros hemos oído ha paralizado nuestro entendimiento.” (“La Carta”).
Banda sonora
La fronda se ve tan hermosa durante el estío, / a veces quisiera emular a Rubén Darío, / pero no aspiro al premio Nadal / sino a escapar del guarda forestal. // Si yo fuera un poeta, haría aquí mi obra cumbre, / pero soy un pirómano y prefiero hacer lumbre (“Si yo fuera poeta”, Un pingüino en mi ascensor).
Un recuento parcial de los incendios de Mijail Lamas esconde, tras su significativo título, una selección de poemas combinando, al final del delgado volumen, inéditos con poemas ya publicados. Con este “recuento parcial” el joven Lamas presenta una de las escrituras más vitales de las actuales en la que conjuga una rara perfección formal con temas absolutamente contemporáneos, una necesidad vital de, como dice él mismo, establecer “una enumeración de cosas que se olvidan / o que se van rodando”.
Como viene siendo habitual en su poesía, en Umbral a la indolencia Roxana Elvridge-Thomas presenta unos poemas de ritmo trabajadísimo y que, precisamente por ello, resultan sencillos para encontrarse con el lector y que, desde los primeros versos, establecen una empatía que se puede leer de multiples modos, desde el vital hasta el de auto reflexión sobre el propio modo de escritura. Dice: “Si logras que un gato te mire a los ojos / y miras muy fijo en los suyos / y sientes que el oscuro ronroneo / pasa a tu cuerpo”.
Dos poetas de matices diferentes proponen también en las apenas veinte páginas antologías personales. Ni tarde ni temprano de Alvaro Solís recoge un puñado de poemas que demuestran una voluntad necesaria de integrarse dentro de la traducción siempre renovada de la escritura mexicana que en este caso convive con los otros textos a través de epígrafes y referencias dentro del texto, mientras que La luz de otras mañanas de Feliz Suárez ocupa su “antología breve” en proponer dentro de su obra una lectura que esté profundamente marcada por dos de los temas más eternos en la poesía: el amor y al extrañeza ante la muerte.
Aquello que sucede cuando en aliento llegas en la noche estrellada de los versos de Armando Alanis Pulido continúa con su, casi siempre, costumbre de títulos largos y radicalmente descriptivos mientras que el interior reúne un conjunto de poemas, breves, brevísimos ya que algunos apenan alcanzan los tres versos, que en su concentración y en su escogido vocabulario presentan imágenes y aserciones que quedan bastante tiempo en la memoria del lector como en, por citar uno de los versos, “es dócil este siglo en que coincidimos y el rotar con sutileza se nos da”.
Poemas de Kenia Cano propone, tras el sencillo –y, precisamente, por ello significativo- título una poesía fuertemente enraizada en la posmodernidad y en una construcción-destrucción del lenguaje que convierte a la página
En Ebriedad de Dios, Luis Armenta Malpica ofrece al lector una relectura de un poemario antiguo, como un modo no de reescritura sino de observación, de un releer, o leer por vez primera unos versos que se amparan de modo acertadísimo bajo el epígrafe de Silvia Tomasa Rivera (“las manzanas son agrias y el vino se fermenta en el estómago”) y los propios versos primeros que proponen “esa tristeza lenta del recuerdo / [que] se nos va desdoblando por la cara”.
Trasdía de Jair Cortés ofrece uno de los poemas (“Missing”) más estremecedoramente sencillos, de esa sencillez profunda que dice mucho más, de los últimos años y que termina diciendo que el propio poeta estás “alzando ya la voz / en espera de verme / llegar por otro lado / con muy buenas noticias”.
Estigma del verso de Stephanie Alcantar, una de las sorpresas más gratas de la colección, por el descubrimiento, entrega a una de las autoras más jóvenes de los representados con una escritura que, aunque todavía fresca, es de esas que “sucede que al encontrarme aquí / descubro un color de la vida que pocos ven / pero cómo mancha”; o sea, la misma escritura.
Dos fragmentos de Michaux
“Les escribo de un país en otro tiempo claro. Les escribo del país del manto y la sombra. Vivimos desde hace mucho, vivimos en la Torre del pabellón a media asta. ¡Ah, verano! Verano envenenado. Y desde entonces el mismo día siempre, el día del recuerdo incustrado...// El pez fuera del agua piensa en el agua todo lo que puede. Todo lo que puede, ¿no es natural? En lo alto de una cuesta se recibe una lanzada de pica. En seguida, toda una vida cambia. Un instante echa abajo la puerta del Templo”.
“La unión del yo y el vino es un poema. La unión del yo y la mujer es un poema. La unión del cielo y la tierra es un poema pero el poema que nosotros hemos oído ha paralizado nuestro entendimiento.” (“La Carta”).
Banda sonora
La fronda se ve tan hermosa durante el estío, / a veces quisiera emular a Rubén Darío, / pero no aspiro al premio Nadal / sino a escapar del guarda forestal. // Si yo fuera un poeta, haría aquí mi obra cumbre, / pero soy un pirómano y prefiero hacer lumbre (“Si yo fuera poeta”, Un pingüino en mi ascensor).