miércoles, 20 de enero de 2010

Paolo Giordano

- ¿No lo sabes? / - No lo he pensado. / - Esas cosas no se piensan. / -Es que yo si no pienso no entiendo.

(Paolo Giordano)


 

La soledad de los números primos de Paolo Giordano es uno de esos libros que antes que en el ejercicio de estilo o en las metáforas que se fijan en la memoria está basado principalmente en su personajes. "De la fotografía, a Alice le gustaba más el gesto que el resultado", en esa frase están resumidos los movimientos, de encuentro y desencuentro, que Alice y Mattia emprenden a lo largo de toda la novela. Alice es, a consecuencia de un accidente de ski sufrido de pequeña, patizamba y retraída hasta que encuentra en la fotografía una, inútil, tabla de salvación; Mattia, un matemático bastante bueno que usa esa ciencia precisamente para no tener que pensar, o hacerlo demasiado, con tendencias suicidas por la culpabilidad que le causan los remordimientos de haber sido culpable directo de la muerte de su gemela retrasada.

Paolo Giordano en su primera obra deja sin más que sus personajes ¿obligados? a la soledad vayan atravesando los diversos momentos en que esta se manifiesta: la primera infancia, con un retrato acertadísimo de la crueldad de los niños y las niñas, la adolescencia, el momento de la entrada al mercado laboral, el matrimonio, en el caso de Alice, la necesidad de establecerse en el matrimonio, en el caso de Mattia, y, sobre todo, en las últimas páginas, en la imposibilidad de encuentro con quien se debe estar.

"Y se imaginó también cómo al poco sus movimientos se volvían más sinuosos, su bracear más amplio y armónico; cómo sus pies, tiesos como aletas, se movían a la vez y sus cabeza se volvía hacia la superficie por donde aún se filtraba un poco de luz; cómo salía a flote y respiraba y, nadando con la corriente se dirigía a un lugar nuevo, toda la noche, y finalmente llegaba al mar". De imágenes como esa, de párrafos así, está repleta la novela, imágenes sencillas, perfecta e instantáneamente visibles en la mente del lector a la primera, que convierten la vida de los "normales" personajes en algo que en un momento u otro acaba remitiendo al lector a sí mismo, a esos ineludibles momentos en que nada más existen y que todos han, alguna vez, vivido.

La soledad de los números primos, que encuentra su título en unos primos muy especiales que sólo están separados entre sí por un número como el 11 y 13 o el 17 y el 19, es, sobre todo, la descripción de la imposibilidad de tener una vida feliz; es decir, un libro en el que cualquiera encuentra esas situaciones que en la vida pasan en un segundo apenas, en un instante, y que parecen perseguir a Aluce y Mattia y que, a pesar de tal cúmulo de desgracias, son personajes creíbles. El mayor mérito de Paolo Giordano, y hay que recordar de nuevo que es la primera novela de este físico, es haber conseguido que el lector se enternezca, no tanto al reconocerse sino al desear que en algún momento encuentren la felicidad. O, al menos, algo que se le parezca.

"Sonrió al cielo terso. Con un poco de esfuerzo podría levantarse sola." Esa frase final es la que viene a resumir todo el espíritu de la novela. No tanto en el hecho de levantarse sola, cosa que al fin y al cabo es a lo único a lo que cualquier humano está condenado, sino en ese verbo perifrástico anterior "podría" que marca de un modo sencillo, pero directo y sincero, la verdad: el problema no es estar o no estar solo sino si se puede soportar una vida así.


 

Dice Harold Bloom

Que un poema fuerte es aquel que expresa una verdad eterna y que lo hace dentro de una tradición expresiva. El problema, y él se lo calla, es que tantas y tantas obras contemporáneas están empeñadas en, primero, no hablar de verdades sino de subjetividades cada vez más vacuas y fácilmente provocadoras y, segundo, en demostrar al lector, o la industria editorial que sería peor aún, que ya nada vale la pena ser cantado, escrito, transmitido. Tal vez mañana o el año que viene traigan nuevas obras. Y nuevos críticos más cercanos al espíritu del genial Harold.


 

Un poema de Antonio Colinas

Uno de los poetas de la generación española de los setenta que, frente al culturalismo y los novísimos, mantuvo su creencia en la naturaleza y en el significado trascendente que en ella se encuentra. "¿Recuerdas todavía el débil canto / del ruiseñor perdido en la enramada? / Viste temblar conmigo aquella noche / la copa del ciprés. / Desmadejó / el cielo hilos de luna por tu rostro. / Pero después del pájaro y la luna / se apagaron los astros. / Vi pasar / no sé qué brisa extraña por tu cuerpo. / ¿Recuerdas nuestras manos en el agua? / ¿Recuerdas el silencio sobre el campo / y, como un dios sangrante, el nuevo día / incendiando las torres, las palomas?" ("Envío").


 

Banda sonora

"One and one and one is three" (The Beatles).

1 comentario:

El guz dijo...

Tu afirmación de "verdades" frente a "subjetividades" (en la literatura al menos) de haberla leído de alguien más, dudaría, pero entendiendo que entiendes, entonces, lo prometo, lo pensaré muy bien aunque se que "estas cosas no se piensan" pero lo haré porque "si no pienso las cosas no las entiendo".

Un abrazo y gracias por prestarme los Watchmen, una propuesta subjetiva muy cierta (¿verdadera?).