Todo es posible, mas sólo posible. Ningún documento nos ayuda a disipar la duda. (…) Los otros hablaron. El calló.
(Juan Bosch)
(Juan Bosch)
¿Qué esperar de un libro cuyo autor es un ex presidente de la República Dominica al que García Márquez, tras asistir en Caracas a un ciclo de conferencias suyo sobre el arte de escribir cuentos, siempre llamaría maestro y al que Pablo Neruda cita en “Versaionograma a Santo Domingo”? ¿Qué esperar de ese libro si el autor del prólogo es el celebérrimo juez Baltasar Garzón y esta publicado en una colección dedicada, en su mayor parte a la historia? ¿Qué esperar si además el breve volumen, apenas pasa de las ciento cincuenta páginas, se titula Judas Iscariote, el calumniado (Antonio Machado Libros, 2009)?
“La sentencia que decidiría la suerte de Judas Iscariote no sería necesariamente condenatoria para él. Probablemente, la carencia de pruebas solidas llevaría su absolución”, escribe Garzón. Y a eso, a revisar pruebas y testimonios, a releer las versiones de los testigos y sus contradicciones, es a lo que dedica precisamente Juan Bosch en este volumen en el que casi al final, reunidas las pruebas o, mejor dicho, la falta de ellas, aplica las mismas palabras a Jesucristo y a Judas: “La Ley manda que no se enjuicie a un hombre sin oírle y por lo menos se requieren dos testigos para acusarle”.
A mitad de camino entre la exegesis bíblica y la novela detectivesca, Juan Bosch reúne todas las referencias a Judas en los cuatro evangelios y en los Hechos de los Apóstoles (sólo textos canónicos para no ser acusado de parcialidad), y procede a leerlas como si fueran pruebas presentadas por los testigos en un juicio. Sin forzar ninguno de los testimonios Bosch, respetuosísimo con los personajes con los que trata, se limita a señalar contradicciones, declaraciones difíciles de aceptar, argumentando la causa de su incredulidad, y propone lecturas diferentes de los testimonios sin proponer culpabilidad o inocencia salvo por, precisamente, la falta de pruebas y las diferencias entre los diferentes testimonios.
Judas Iscariote, el calumniado puede leerse de muy diversos modos. Hay quienes abrirán el libro como un acercamiento forense a un caso cerrado hace tiempo que vuelve a reabrirse, interesante, sobre todo, por el polémico tema tratado. Otros, simplemente como una novela sobre otra novela, escrita a cuatro manos, en la que no todos los escribanos coincidieron al narrar los hechos. Otros, simplemente, como una curiosidad ligera. Pero, sea cual sea el modo, siempre queda en el lector ese regusto agridulce de que la verdad, al fin, no está en ninguna palabra.
“Jamás dramaturgo alguno hubiera podido concebir y realizar drama parecido al de la Pasión. (…) Sin embargo, en tan grandioso drama el contorno de Judas resulta falso. ¿Por qué? No hay sino una respuesta: Porque Judas no actuó como se nos ha dicho”.
Shakespeare sobre la ley Arizona
"¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no se alimenta de la misma comida, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos?, Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso. Si un judío insulta a un cristiano, ¿cuál será la humildad de éste? La venganza. Si un cristiano ultraja a un judío, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del judío, si quiere seguir el ejemplo del cristiano? Pues venganza. La villanía que me enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis dado." (“El Mercader de Venecia”)
Banda sonora
“La situación dramática de la ‘llamada desesperada a la puerta’ puede verse de manera literal en algunos poemas de Propercio o Tibulo, pero en buena parte de los casos esa puerta es sólo una metáfora y la lamentación resuena en otro lugar. Así en Los planetas: a veces el amante acude donde la pareja perdida, como en ‘Qué puedo hacer (‘he pasado por tu casa veinte veces’); otras, recorre los lugares de la memoria emocional compartida (‘siempre voy al Amador por si apareces / pero nunca vas’, en la misma canción; ‘los bares de siempre / donde quedaba contigo’, en ‘Un buen día’). Siempre es el hombre abandonado quien toma la voz cantante y cuenta el tiempo a partir de oposiciones tajantes: santos y demonios, parque y pesadilla, valles y desiertos. El discurso es extremista, es un sostenido sollozo narcisista donde no hay lugar para las razones del otro, pero así era la poesía latina y así es el rock: una energía incontenible, santa indignación por el dolor penetrante del amor despreciado” (Eloy Fernández Porta, €®O$. La superproducción de los afectos, Premio Anagrama de ensayo 2010).
“La sentencia que decidiría la suerte de Judas Iscariote no sería necesariamente condenatoria para él. Probablemente, la carencia de pruebas solidas llevaría su absolución”, escribe Garzón. Y a eso, a revisar pruebas y testimonios, a releer las versiones de los testigos y sus contradicciones, es a lo que dedica precisamente Juan Bosch en este volumen en el que casi al final, reunidas las pruebas o, mejor dicho, la falta de ellas, aplica las mismas palabras a Jesucristo y a Judas: “La Ley manda que no se enjuicie a un hombre sin oírle y por lo menos se requieren dos testigos para acusarle”.
A mitad de camino entre la exegesis bíblica y la novela detectivesca, Juan Bosch reúne todas las referencias a Judas en los cuatro evangelios y en los Hechos de los Apóstoles (sólo textos canónicos para no ser acusado de parcialidad), y procede a leerlas como si fueran pruebas presentadas por los testigos en un juicio. Sin forzar ninguno de los testimonios Bosch, respetuosísimo con los personajes con los que trata, se limita a señalar contradicciones, declaraciones difíciles de aceptar, argumentando la causa de su incredulidad, y propone lecturas diferentes de los testimonios sin proponer culpabilidad o inocencia salvo por, precisamente, la falta de pruebas y las diferencias entre los diferentes testimonios.
Judas Iscariote, el calumniado puede leerse de muy diversos modos. Hay quienes abrirán el libro como un acercamiento forense a un caso cerrado hace tiempo que vuelve a reabrirse, interesante, sobre todo, por el polémico tema tratado. Otros, simplemente como una novela sobre otra novela, escrita a cuatro manos, en la que no todos los escribanos coincidieron al narrar los hechos. Otros, simplemente, como una curiosidad ligera. Pero, sea cual sea el modo, siempre queda en el lector ese regusto agridulce de que la verdad, al fin, no está en ninguna palabra.
“Jamás dramaturgo alguno hubiera podido concebir y realizar drama parecido al de la Pasión. (…) Sin embargo, en tan grandioso drama el contorno de Judas resulta falso. ¿Por qué? No hay sino una respuesta: Porque Judas no actuó como se nos ha dicho”.
Shakespeare sobre la ley Arizona
"¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no se alimenta de la misma comida, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos?, Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso. Si un judío insulta a un cristiano, ¿cuál será la humildad de éste? La venganza. Si un cristiano ultraja a un judío, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del judío, si quiere seguir el ejemplo del cristiano? Pues venganza. La villanía que me enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis dado." (“El Mercader de Venecia”)
Banda sonora
“La situación dramática de la ‘llamada desesperada a la puerta’ puede verse de manera literal en algunos poemas de Propercio o Tibulo, pero en buena parte de los casos esa puerta es sólo una metáfora y la lamentación resuena en otro lugar. Así en Los planetas: a veces el amante acude donde la pareja perdida, como en ‘Qué puedo hacer (‘he pasado por tu casa veinte veces’); otras, recorre los lugares de la memoria emocional compartida (‘siempre voy al Amador por si apareces / pero nunca vas’, en la misma canción; ‘los bares de siempre / donde quedaba contigo’, en ‘Un buen día’). Siempre es el hombre abandonado quien toma la voz cantante y cuenta el tiempo a partir de oposiciones tajantes: santos y demonios, parque y pesadilla, valles y desiertos. El discurso es extremista, es un sostenido sollozo narcisista donde no hay lugar para las razones del otro, pero así era la poesía latina y así es el rock: una energía incontenible, santa indignación por el dolor penetrante del amor despreciado” (Eloy Fernández Porta, €®O$. La superproducción de los afectos, Premio Anagrama de ensayo 2010).