La siguientes líneas están sacadas directamente de un blog sobre música (????). Cada quien es libre de opinar como se quiera (hasta de Los Planetas), pero cuando uno se lleva se aguanta. Este post recibió en apenas unos días 806 comentarios de los que mañana subiré algunos.
"Los Planetas debieron disolverse hace ya muchos años, quizás una década. Concretamente cuando se disolvió su cerebro, lo que probablemente acaeció por escribir siempre la misma canción y no (sólo) por su amistad con determinadas sustancias.
Su ídolo Syd Barret se quemó la sesera con LSD. Los Planetas siguen poniendo cara de mala persona como nadie, pero han preferido hacer siempre la misma canción como camino a la inanidad. Ahora han llegado a su destino: 'Una ópera egipcia' es una brasa en que todo suena igual de anodino y previsible. Un coñazo pseudoflamenco de nulo pellizco. Y ya van demasiados. Un poco de dignidad y menos arrastrarse, Jota.
No hay nada menos gracioso que oír el mismo chiste 20 veces; Los Planetas lo llevan contando 1.000. Los engañabobos de las revistas de tendencias se esfuerzan en camelar a sus rebaños de lectores-oveja, pero los granadinos llevan demasiado tiempo de espaldas a la inspiración y no hay cojones a decirlo. Son la prueba muriente de la anorexia del panorama.
Ahora vamos a destrozar el disco como se merece. La primera es una horterada medioprogresiva de juzgado de guardia. La segunda es la típica canción plana de Los Planetas, una sucesión de acordes sin más y la voz doblada: sólo machacar el tema 10 ó 12 veces le podría aportar, por pura pesadez, algo de emoción. En general, así funcionan sus discos desde 1998: primero aburren y sólo repetidas escuchas generan algún tipo de, en fin, apego casi siempre generacional.
El single con la tal Bien Querida (una chica muda con canciones interesantes) es una balada tuna que lleva a Pimpinela al indie. La única que tiene un pase, 'Romance de Juan Osuna', es puro plagio kraut-rock. Florent grabó todas sus guitarras en 1995, en una tarde, y vive de ellas desde entonces.
Y lo del flamenco vamos a dejarlo, porque si fusionarlo con rock es convertir su riqueza de aromas, tonos y colores en un desierto de emoción plana y vacía, pues nada, cojonudo. 'La leyenda del espacio' sólo se sostenía por sus texturas. 'Una ópera egipcia' ni eso: suena a lata. Es que no tiene ni un pase: si fuera el primer disco de un grupo nuevo, no necesitaríamos un segundo.
Quizás ahora, tan lejos de la imaginación, Los Planetas deberían dejar la cadena de montaje de canciones clónicas y drogarse un poco más. Jota, cambia de camello, haz el favor. Que sean cinco millones de rayas, ¿no?"
Su ídolo Syd Barret se quemó la sesera con LSD. Los Planetas siguen poniendo cara de mala persona como nadie, pero han preferido hacer siempre la misma canción como camino a la inanidad. Ahora han llegado a su destino: 'Una ópera egipcia' es una brasa en que todo suena igual de anodino y previsible. Un coñazo pseudoflamenco de nulo pellizco. Y ya van demasiados. Un poco de dignidad y menos arrastrarse, Jota.
No hay nada menos gracioso que oír el mismo chiste 20 veces; Los Planetas lo llevan contando 1.000. Los engañabobos de las revistas de tendencias se esfuerzan en camelar a sus rebaños de lectores-oveja, pero los granadinos llevan demasiado tiempo de espaldas a la inspiración y no hay cojones a decirlo. Son la prueba muriente de la anorexia del panorama.
Ahora vamos a destrozar el disco como se merece. La primera es una horterada medioprogresiva de juzgado de guardia. La segunda es la típica canción plana de Los Planetas, una sucesión de acordes sin más y la voz doblada: sólo machacar el tema 10 ó 12 veces le podría aportar, por pura pesadez, algo de emoción. En general, así funcionan sus discos desde 1998: primero aburren y sólo repetidas escuchas generan algún tipo de, en fin, apego casi siempre generacional.
El single con la tal Bien Querida (una chica muda con canciones interesantes) es una balada tuna que lleva a Pimpinela al indie. La única que tiene un pase, 'Romance de Juan Osuna', es puro plagio kraut-rock. Florent grabó todas sus guitarras en 1995, en una tarde, y vive de ellas desde entonces.
Y lo del flamenco vamos a dejarlo, porque si fusionarlo con rock es convertir su riqueza de aromas, tonos y colores en un desierto de emoción plana y vacía, pues nada, cojonudo. 'La leyenda del espacio' sólo se sostenía por sus texturas. 'Una ópera egipcia' ni eso: suena a lata. Es que no tiene ni un pase: si fuera el primer disco de un grupo nuevo, no necesitaríamos un segundo.
Quizás ahora, tan lejos de la imaginación, Los Planetas deberían dejar la cadena de montaje de canciones clónicas y drogarse un poco más. Jota, cambia de camello, haz el favor. Que sean cinco millones de rayas, ¿no?"
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