martes, 6 de abril de 2010

Jorge Fernández Granados

Nadie va a salvarnos.

Ni el amor, ni la fe, ni la palabra.

Nadie va a saber que fuimos tantos

embarcados en el haz de la ternura,

angustiados y desnudos,

errantes y remotos.


 

Nadie hablará por nadie.

A cada quien se le rompe el alma

con sus propios días mal escritos

o se le seca la espiga del mundo

cuando apenas la roza con sus manos.


 

Nadie va a defendernos

de la querella del silencio

ni a amarrarnos el nudo de la vida

o de los zapatos. Nadie

va a lavarnos de noche el corazón

con las gotas apuradas del sueño o del cariño

para aliviarnos del rudo, misterioso animal

que ama y carga nuestro nombre por el mundo.


 

Nadie va a salvarnos

de morir siempre a destiempo

prematura o viejamente agradecidos de lo simple,

aguerridamente tristes, y juntos, en la muerte.


 

(…)


 

Nadie va a salvarnos.

Nadie va a saber que lo sabemos.

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