domingo, 18 de abril de 2010

Unos fragmentos de Luis Rosales

Antonio se ha enamorado en estos días y cuando me lo dice me causa un cierto reconcomio,

no lo puedo entender,

¿no recordáis amigos, que el amor de los otros nos parece distinto al nuestro?,

nos parece distinto, pues la determinante del amor es obviamente la donación,

y por ser gratuitos, todos los elementos de un amor que conocemos solamente de oídas nos parecen innecesarios,

hasta hacer el amor,

ya que dicho en voz baja sólo es preciso amar para llevar el mundo en el bolsillo.

-

¿No recordáis, amigos, que el amor de los otros es bastante

pretérito imperfecto?,

pero ellos no lo saben,

no lo pueden saber,

tienen que conquistar su desmesura de corazón,

y todo lo que hacen nos parece prefabricado,

nos parece un cohete que culebrea en el o echando chiribitas,

y quienes lo están viendo alegrear entre la muchedumbre,

saben que está quemándose

y sólo va a dejarnos como herencia una varilla chamuscada.

Ahora ya es un negrón que ha iluminado el cielo y ha caído,

y tú lo has visto arder,

y tú has sufrido al verlo,

pues su vivacidad, su fuerza y su belleza te parecen un desperdicio.

-

¿No recordáis, amigos, que por alguna pervertida inclinación del hombre el amor de los otros nos parece un desahucio?,

la admiración que los amantes suelen manifestarse la juzgamos desprovista de fundamento,

y nos reímos de esa lujosa encuadernación en pergamino que les hace pensar que no hay amor mejor que el suyo,

podemos compartir ese lágrima que ellos siguen planchando cuatro veces al día.

Siempre que vemos juntos a dos amantes sonreímos con esa risa que es como un sello seco en nuestros labios,

con esa risa estampillada

ya que lo más incompatible que encontramos nosotros en el amor ajeno es esa inercio hacia la indignidad,

que constituye, como todos sabéis, el seguro de vida del amor,

su pago anticipado,

y, sin embargo, la vanidad que ponemos en nuestro amor es una forma de onanismo,

un retrato en el agua y nada más,

ya que todas las formas de la vida amorosa tiene al mismo tiempo su valor y su precio que son inseparables.

Así pues ya lo sabes.

No los separes nunca. Nunca,

tienes que actualizar mañana y tarde el costo de tu amor,

quien lo deja de hacer lo pierde todo,

quien lo deja de hacer es porque ya ha empezado a andar con pies ajenos,

y entonces,

ay,

entonces,

nada puede salvarle,

nada puede salvarte porque empiezas a ver tu propio amor como si lo estuviera envileciendo la mirada de otro.

-

Cuando llega el anochecer y el mundo se hace confidente,

hay en el aire un movimiento previo,

y por así decirlo, un movimiento compaginado que mueve nuestros labios de una manera prenatal;

aquella noche, al acercarse a mí, tenía los ojos asombrados,

tenía un asombro llamado Antonio,

y ya sabéis, amigos, que el asombro nos deja en la mirada un desmoronamiento sin orillas.

Yo me encontraba ya tan de su parte

que comencé a sentir recorriéndome el cuerpo, un temblor dialogado,

ya que tal vez el punto de partida de toda confidencia

sea ese momento en que la sangre escucha y en la sangre se acuñan las palabras,

esa tensión interna,

o mejor dicho, esa tensión abierta que hace que todo lo que sientes se convierta en pregunta,

y los labios entonces se mueven sin saberlo,

se mueven sin hablar,

se mueven replegándose,

en torno a una palabra que nadie ha dicho todavía,

y, sin embargo, la escuchamos,

nos la dice una voz que empieza siendo nuestra y acaba siendo unánime.

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