lunes, 21 de febrero de 2011

Las Tumbas

Me robaron tu libro pero recuerdo
esas páginas primeras, esa aventura
de hallar en Venecia la tumba del ruso.
Y recuerdo también que me dijeron
que eras guapa o, al menos,
del tipo que me gusta.
Y recordé a Juan Luis diciéndome
volverás a Venecia un día
con una mujer para ser feliz,
verdaderamente feliz
.

Busco en Internet boletos de avión
y el alojamiento más caro que se pueda
-vista a la plaza de San Marcos- y nos imagino
recién bañados tras el desayuno en la cama,
tras una noche de amor y de lecturas,
de citas mejoradas por la memoria.
Y te tomo entonces de la mano y salimos,
y tomamos el vaporetto que lleva al cementerio.

Despierto y aun en Sant Michele estoy solo.
No me interesa esa lápida que tú buscaste sino otra,
una aún más fácil de encontrar. Y me arrodillo
frente a la piedra que marca el descanso del viejo Pound
-yo que he intentado escribir el Paraíso-
y susurro a la altura de su nombre que todo es una mierda
y que la vida es una mierda y que nadie se salva.
Que intentar escribir el Paraíso es inútil, loco anciano,
pero aún más querer vivirlo. Y le recito unos versos
que él ya sabe de memoria: que los dioses olviden
lo que hice. / Que aquellos a quienes amo,
perdonen lo que hice
. Y lloro imperdonable
por la locura y por nosotros,
por las tumbas que seremos.

Y despierto y estoy solo y tu libro,
triste consuelo,
tampoco está.

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