“Hay silencio, estoy solo, el aire sopla. Soy un convaleciente” / (palabra consecuente ahora que conozco la enfermedad)
(Francisco Martínez Farfán)
acto fósil (PACMyC, 2010), así con minúsculas, es el segundo libro publicado de Francisco Martínez Farfán en apenas un año y es un volumen radicalmente diferente, tanto en formato como en contenido, al que se editara hace unos meses. Un libro de poemas éste que, desde el título, habla de una voluntad del poeta y de la poesía que escribe de fijar más que un instante los diferentes instantes de una misma historia. Vocación narrativa que, además, se ve amplificada por el hecho de que todas las citas, que abren cada una de las partes en las que está dividido el poemario, pertenezcan a una obra en prosa, la Historia de Beppo el Inmóvil de Hernán Lavín Cerda.
Basta, en caso de que el lector no quisiera acercarse a la poesía, a la verdadera poesía que siempre es peligrosa porque obliga a replantearse las verdades más íntimas, con que ojeara el índice. ¿Qué esperar de un libro cuyo primer poema se titula “La marca del extraviado” y hasta el último, también de significativo titulo “La atadura del habla” nos lleva por entre “Para morir adentro”, “Ni el amor”, “Te aguardo sin creer”, “He posado tu ausencia” o “Salir de este futuro decir”?
Martínez Farfán, la voz narrativa, al menos, no necesariamente la figura del poeta, en este libro se debate entre las dos verdades que desde Rilke, una de los pilares inaugurales de la poesía moderna, ningún poeta debe, ni puede, evitar: ¿qué es lo real: lo sentido o lo escrito? Y, como lectores, ¿cómo saber? El propio autor, desde la primera estrofa contesta, aunque crípticamente: “La marca del extraviado es decir lo que no lleva, / lo que no puede su parte. Hay montones detrás de lo que ve / y los contiene el signo, los detiene”.
Y no es sino hasta páginas después que el autor se decide, en un par de versos (demostrando la sinceridad que es una de las características de la poesía de Martínez Farfán) a resolver el enigma. Y dice “No nos conocemos, nos decimos: / de donde digo viene esto dicho por los dos”. Es ahí donde ambos, lector, autor y voz que narra, que canta pues es poesía, se encuentran hasta ese poema que, sin lugar a dudas, merece un lugar en cualquier antología de “Los mejores poemas de 2010”: “Corazón, no armes tu frase a solas, sal de afuera, / entra a tu casa a perseguir tu nombre, que descanse / en tu lomo una montaña, una estrella de atmósfera / que humea para morir adiós, un guante ensangrentado, /un tambor de juguete con su muerte y la niña que se muere / de frío, con su dedo en su boca, extrañando el oscuro / deleite de su tibia casa de muñecas, mientras desciende con la lluvia / el resplandor dorado de la nube de saltamontes”.
En las bibliotecas públicas
Ahora que están de moda, al menos en los mentideros literarios de la ciudad, se pueden encontrar auténticas joyas. Como, por ejemplo, perdida en uno de los estantes de una de las más céntricas, un ejemplar en perfecto estado de Unpublished Poems of Emily Dickinson, editada por su sobrina Martha Dickinson en 1935 para la editorial Little, Brown, and Company. Y, qué sorpresa, es una edición limitada y numerada a mano de quinientos ejemplares de la que el libro abierto sobre la mesa es el doscientos diecinueve. Pero aún mayor sorpresa que el hallazgo es el de un poema brevísimo, apenas dos líneas: “A quien las mañanas le parecen noches, / ¿qué le serán las medianoches?”. (Un paréntesis necesario: dos escritores que lo vieron ayer exclamaron lo mismo “¡Qué desperdicio devolverlo!”).
Otro poema de Dickinson
(Francisco Martínez Farfán)
acto fósil (PACMyC, 2010), así con minúsculas, es el segundo libro publicado de Francisco Martínez Farfán en apenas un año y es un volumen radicalmente diferente, tanto en formato como en contenido, al que se editara hace unos meses. Un libro de poemas éste que, desde el título, habla de una voluntad del poeta y de la poesía que escribe de fijar más que un instante los diferentes instantes de una misma historia. Vocación narrativa que, además, se ve amplificada por el hecho de que todas las citas, que abren cada una de las partes en las que está dividido el poemario, pertenezcan a una obra en prosa, la Historia de Beppo el Inmóvil de Hernán Lavín Cerda.
Basta, en caso de que el lector no quisiera acercarse a la poesía, a la verdadera poesía que siempre es peligrosa porque obliga a replantearse las verdades más íntimas, con que ojeara el índice. ¿Qué esperar de un libro cuyo primer poema se titula “La marca del extraviado” y hasta el último, también de significativo titulo “La atadura del habla” nos lleva por entre “Para morir adentro”, “Ni el amor”, “Te aguardo sin creer”, “He posado tu ausencia” o “Salir de este futuro decir”?
Martínez Farfán, la voz narrativa, al menos, no necesariamente la figura del poeta, en este libro se debate entre las dos verdades que desde Rilke, una de los pilares inaugurales de la poesía moderna, ningún poeta debe, ni puede, evitar: ¿qué es lo real: lo sentido o lo escrito? Y, como lectores, ¿cómo saber? El propio autor, desde la primera estrofa contesta, aunque crípticamente: “La marca del extraviado es decir lo que no lleva, / lo que no puede su parte. Hay montones detrás de lo que ve / y los contiene el signo, los detiene”.
Y no es sino hasta páginas después que el autor se decide, en un par de versos (demostrando la sinceridad que es una de las características de la poesía de Martínez Farfán) a resolver el enigma. Y dice “No nos conocemos, nos decimos: / de donde digo viene esto dicho por los dos”. Es ahí donde ambos, lector, autor y voz que narra, que canta pues es poesía, se encuentran hasta ese poema que, sin lugar a dudas, merece un lugar en cualquier antología de “Los mejores poemas de 2010”: “Corazón, no armes tu frase a solas, sal de afuera, / entra a tu casa a perseguir tu nombre, que descanse / en tu lomo una montaña, una estrella de atmósfera / que humea para morir adiós, un guante ensangrentado, /un tambor de juguete con su muerte y la niña que se muere / de frío, con su dedo en su boca, extrañando el oscuro / deleite de su tibia casa de muñecas, mientras desciende con la lluvia / el resplandor dorado de la nube de saltamontes”.
En las bibliotecas públicas
Ahora que están de moda, al menos en los mentideros literarios de la ciudad, se pueden encontrar auténticas joyas. Como, por ejemplo, perdida en uno de los estantes de una de las más céntricas, un ejemplar en perfecto estado de Unpublished Poems of Emily Dickinson, editada por su sobrina Martha Dickinson en 1935 para la editorial Little, Brown, and Company. Y, qué sorpresa, es una edición limitada y numerada a mano de quinientos ejemplares de la que el libro abierto sobre la mesa es el doscientos diecinueve. Pero aún mayor sorpresa que el hallazgo es el de un poema brevísimo, apenas dos líneas: “A quien las mañanas le parecen noches, / ¿qué le serán las medianoches?”. (Un paréntesis necesario: dos escritores que lo vieron ayer exclamaron lo mismo “¡Qué desperdicio devolverlo!”).
Otro poema de Dickinson
“Él era débil y yo era fuerte, / después él dejó que yo le hiciera pasar / y entonces yo era débil y él era fuerte, / y dejé que él me guiara a casa. // No era lejos, la puerta estaba cerca, / tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado, / no había ruido, él no dijo nada, / y eso era lo que yo más deseaba saber. // El día irrumpió, tuvimos que separarnos, / ahora ninguno de los dos era más fuerte, / él luchó, yo también luché, / ¡pero no lo hicimos a pesar de todo!”
Banda sonora
Lo que te quiero decir, es que quiero que quieras / Quedarte conmigo / Lo que te quiero decir, es que quiero que atiendas / A lo que te pido / Y no hace falta, que salga la luna ni que se ponga el sol / Para encontrar el momento exacto y decirlo mejor / Para encontrar el momento exacto y decir lo mejor / Lo que te quiero decir (“Cuando lo intentas”, La Bien Querida).
Banda sonora
Lo que te quiero decir, es que quiero que quieras / Quedarte conmigo / Lo que te quiero decir, es que quiero que atiendas / A lo que te pido / Y no hace falta, que salga la luna ni que se ponga el sol / Para encontrar el momento exacto y decirlo mejor / Para encontrar el momento exacto y decir lo mejor / Lo que te quiero decir (“Cuando lo intentas”, La Bien Querida).
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