(Hace apenas unos meses, acompañé, tuve que acompañar por circunstancias que ahora no vienen al caso, a una amiga cercana a urgencias del hospital. Al regreso a casa, a su casa pues no podía quedarse sola aquella noche, encontré entre sus papeles viejos, que curioseé para alejar el sueño y poder velarla, un poema que ella misma había escrito años atrás. De aquella lectura, esta versión. Las cursivas pertenecen al poema original).
Para a., esta asmática traducción.
I
Ingrávido, como en una luz incesante, en una que tuviese
fluorescencia propia,
en una claridad que ni cambia ni termina.
Contra tu voluntad, acudes y ajeno
a este pabellón nocturno.
Han pasado años desde entonces.
Recuerdas,
de pronto,
la radiografía,
el ósculo estampado a escondidas
en los pulmones de la enferma.
II
Y no pasa el tiempo. O pasa lento. Porque aquí quizá los relojes son sólo dibujo. Un compás de verdes blips. Una marca extraña en las yemas de los dedos. Como la huella digital que acabará por imponer la muerte. Y mientras un tiempo raro que dura lo que dura cada espiración. Un tiempo que persiste aún más (o quizá ya no), ese espacio mudo y ciego entre una y la siguiente. Entre la siguiente y la última.
III
Todo el hospital conspira. El silencio sobre todo. Porque los murmullos y las frases entrecortadas no son información sino miedo. Como un soplo pero en el espíritu. No una metáfora de la enfermedad sino la enfermedad misma. El nombre científico de algo que sólo existe en el cuerpo. Como ciclotimia, esa condición de estar un día alegre y al otro triste. O sea, la vida.
IV
No son blancas las sábanas. Pero tampoco hay palabra posible para definir ese color que se desvanece en cada respiración.
V
Y los doctores, emisarios voluntarios de lo que nadie debería saber, años tardan en aprender / el arte de hablar como lo hacen. Más aún de que tarda el enfermo en aprender a callar, en saber que contra la muerte no hay palabra posible salvo amén.
VI
Volveremos,
tarde o temprano,
al aire viciado de estas salas, a estas habitaciones
de tranquilidad tan falsa.
Volveremos,
y al final solos,
mientras un cuerpo queda.
Ese cuerpo que fuimos,
que ya no seremos.
Este y unos cuantos poemas más, aquí.
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