I
Había una vez un anciano que caminaba por una playa con anhelo en su corazón y arena en los pies, con su mal aconsejada amada acercándose y el sol tras una cobija de nubes. Un fantasma saltaba por su alma, el fantasma de un muchacho de veinte años, un muchacho que, como ningún otro muchacho, se arrojaba para siempre a los pies de su amada, que le gritaba a todos su amor sin límites, su amor de diferentes modos, que corría hacia ella y le tapaba los ojos desde su espalda y que reía, acariciando su cuello como si fuera un enorme caballo torpe, sin esperanza, que saltaba, inútilmente, como un payaso, que saltaba hasta la luna.
Ella sabía mucho más...
Había una vez un anciano que caminaba por una playa con anhelo en su corazón y arena en los pies, con su mal aconsejada amada acercándose y el sol tras una cobija de nubes. Un fantasma saltaba por su alma, el fantasma de un muchacho de veinte años, un muchacho que, como ningún otro muchacho, se arrojaba para siempre a los pies de su amada, que le gritaba a todos su amor sin límites, su amor de diferentes modos, que corría hacia ella y le tapaba los ojos desde su espalda y que reía, acariciando su cuello como si fuera un enorme caballo torpe, sin esperanza, que saltaba, inútilmente, como un payaso, que saltaba hasta la luna.
Ella sabía mucho más...
No hay comentarios:
Publicar un comentario