martes, 16 de marzo de 2010

El último cuento de Junot Díaz comienza así:

Estos últimos meses. No hay modo de decirlo bonito o de fingir que fueron otra cosa: Rafa estaba jodido. Por aquel entonces sólo yo y mami cuidábamos de él y no sabíamos qué coño hacer, qué coño decir. Por eso no decíamos nada. Mi madre no era del tipo efusivo, tenía una de esas personalidades del tipo de miras limitadas, simplemente le caía la mierda encima y nunca sabías como se sentía. Parecía que sólo asumía las cosas, nunca reflejaba nada, ni frío ni calor. Entrecerraba sus ojos, quizá, o hacía una mueca, pero eso era todo. Yo, yo no hubiese querido hablar aunque me hubieran invitado a hacerlo. Las pocas en que los chicos de la escuela sacaban el tema, enloquecía. Les decía que se ocuparan de sus pinches asuntos. Que se apartaran. Yo tenía diecisiete y medio. Fumaba tanta hierba que si recuerdo una hora de aquellos tiempos es mucho.

(New Yorker de esta semana).

No hay comentarios: