Originalmente publicado en El Cafecito.
En español ya estaban Edward Cullen, el hermoso vampiro, la ahora cinematográfica Susie Salmon y la extrañísima protagonista de Ghostgirl, pero si la moda continúa y se traduce habrá que estar atentos a la oleada que, en inglés, se está dando de adolescentes muertos. Before I die (Antes de que me muera) de Jenny Downham cuenta la historia de Tessa que, a sus dieciséis, quiere perder la virginidad antes de morir de leucemia. Jay Asher en Thirteen Reasons Why ("trece motivos" sería una buena traducción) en que trece personas reciben un casette con los motivos por los que Hannah Baker se ha suicidado. Y parecidísimo a Ghostgirl, Lisa Schroeder en I Heart You, You Haunt Me ("yo te amo, tú me asustas") cuenta la historia del novio que vuelve a atormentar a la parte de la pareja que se ha quedado viva.
Ese espíritu adolescente se resume en unas cuantas líneas de Before I fall ("si sobrevivo") de Lauren Oliver cuya protagonista, que repite una y otra vez el día de su muerte al ser atropellada, escribe: "La cosa es que nunca se sabe. No es que te levantes con un malestar en el estómago. No ves sombras donde no debería haberlas. No te acuerdas de decirles a tus padres que los amas o –en mi caso- decirles adiós a todos. Si eres como yo, te levantas siete minutos cuarenta y siete segundos antes de que tu mejor amigo te recoja. Estás demasiado ocupada pensando en cuántas rosa te van a dar en San Valentín como para hacer algo más que ponerte a toda prisa la ropa, lavarte los dientes y rezarle a Dios para que te hayas dejado el maquillaje en la bolsa para arreglarte en el coche. Si eres como yo, tu último día comienza así".
Mientras termino de escribir la columna de cada semana, una amiga, curiosa y siempre atenta a la lógica de cualquier acontecimiento cultural, se asoma por encima de mi hombro y cuestiona en voz alta. "¿Y si eso nos lleva a una oleada de suicidios juveniles?".
No le contesto las dos primeras ideas que me vienen a la cabeza. (Siempre me dice que piense antes de decir algo porque luego tengo que arrepentirme). La primera es que, hasta ahora, en una de las ciudades con mayor tasa de suicidios juveniles, no ha hecho falta la literatura (y menos la aún sin traducir) para semejantes cifras. La otra, un ironía, buena pero fuera de lugar, es que eso al menos demostraría que nuestros jóvenes ya empiezan a leer. Pero sólo de imaginar su cara de reproche me lo callo.
Tiene razón. Hay algo significativo detrás de toda esta avalancha, que en inglés ya tiene un par de años, pero que hasta ahora no ha comenzado a ser notas aisladas, cada vez menos aisladas, en la prensa cultural y en los pocos suplementos de libros que van quedando.
Arriesgar una propuesta que lo explique cuando hay tantos factores en juego es siempre complicado. Intuir que es lo que hay detrás de la mente de quince, dieciséis o veinte escritores es tarea más que imposible. (Ya es imposible con uno sólo).
La gente, especialmente los jóvenes, algunos jóvenes, ya está harta (y mientras que las famosas redes sociales abren a todos, a todos aquellos con el poder adquisitivo suficiente, la posibilidad de perder el tiempo de maneras igual de idiotas, pero más cibernéticas) de que le den gato por liebre. De que la vida no sea sino una sucesión de compras (al menos, de ofertas), de cuerpos sanos y de tipos y tipas que no tienen nada más que hacer que divertirse, holgazanear y disfrutar. Comparar, algo que tarde o temprano se hace, la vida falsa, "la vida loca" que cantaba (no recuerdo el nombre, en serio), con la vida de a de veras, con la vida real, la primera sale perdiendo. No porque no sea atractiva sino precisamente por ser falsa. (Se puede engañar a algunos todos el tiempo o se puede engañar a todos algún tiempo; pero no se puede engañlar a todos todo el tiempo).
La gente, especialmente los jóvenes, algunos jóvenes, están hartos de que la vida no sea como la que pintan, principalmente ese canal de cartón piedra que es MTV. (Es adecuado recordar que, además, la serie más "realista" de todas cuantas propone el canal es, la que menos se ve, la que no ha podido pegar entre el segmento de población al cual va dirigido. Claro, Skins). Y, como consecuencia, como reacción, lo único que queda probar, aunque sea ficticio, aunque sea literatura, es la muerte. Todo lo demás es lícito. Morir es ya la última experiencia. (Bueno y con, Teen mom, un embarazo adolescente no deseado; pero eso tiene demasiadas desventajas).
Cuando ya no queda nada, la muerte es la única salida.
"Lo malo de la educación laica", decía ya hace tiempo el nada católico Ezra Loomis Pound, "es que no enseña cómo morir". Y es que, como propone otra amiga más querida aún, "no ha pasado nada desde la muerte de Kurt Cobain". (Corrijo: la caída de las torres gemelas y el ascenso de Fox al poder. (Me corrijo de nuevo: no ha pasado nada)). Salvo esta oleada de muertos en vida y muertos adolescentes y adolescentes agonizantes y adolescentes que saben que van a morir. Y eso ya es suficiente.
Dust to dust, ashes to ashes cantaba Bowie hace tiempo. Si eso no es espíritu juvenil, si eso no es punk, si eso no es nihilismo en estado puro, qué baje Dios y lo vea. Y, sobre todo, que nos pille confesados. Mil palabras casi exactas. Con esta, Amén, lo son.
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