sin ser uno de mis autores favoritos (hace tanto que ni siquiera abro un libro de él; de hecho, no sé si tengo alguno en casa ahora mismo), le debo dos cosas que uno nunca termina de apreciar:
1) haber descubierto tan temprano, con una lectura adolescente de Cinco Horas con Mario, que la literatura en realidad no es sino una larga conversación con la muerte y los muertos (o contra ella).
2) aprender que el estilo no lo es todo: "mi vida de escritor no sería como es si no se apoyase en un fondo moral inalterable. Ética y estética se han dado la mano en todos los momentos de mi vida".
Maestro, ojalá se le cumpla lo que escribió para su epitafio "Espero que Cristo cumpla su palabra".
Con a., siempre tan atenta y lectora y compartida.
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