sábado, 27 de junio de 2009

Barthelme, Fernando Ruiz Granados, Muñoz Molina y Roth

—Sobre gustos no hay nada escrito —dice el rey—. No he yacido con Ginebra en estos últi­mos doce años. No es que no la quiera, entendedme. Pero los veinticuatro son mi límite supe­rior. Siempre lo ha sido y siempre lo será.
(Donald Barthelme)


Donald Barthelme es, lamentablemente, un escritor olvidado. Y, también, poco traducido. Y lo poco traducido, difícilmente conseguible. Por eso encontrar un ejemplar de El Rey en una librería de viejo es un milagro que merece ser leído de inmediato.
“—La antimoral bolchevique —dice Ezra— pro­cede del Talmud, que es la doctrina más infecta que ninguna raza codificara jamás. El Talmud es el único y exclusivo engendrador del sistema bolchevique. // —En un instante estará hablando de «usure­ros afeminados» —comenta Arturo—; ha de es­perarse de los poetas que están locos, pero éste...”. El Ezra que habla, desde la radio en apoyo a Alemania, es, por supuesto, Ezra Pound, el Arturo que le responde, el rey del título, es el rey Arturo de las leyendas que se encuentra en una guerra, ¿la segunda?, ¿todas las guerras?, intentando manejar un reino y una reina que se le escapan de las manos.
El Rey puede ser, y de hecho lo es al mismo tiempo, una relectura, reinterpretación de la leyenda de Arturo, un ataque frontal y cínicamente posmoderno a la sociedad contemporánea y, sobre todo, una demostración de que en el arte de la escritura todo vale mientras se sepa hacer valer. Como juntar por ejemplo, los ciclos, la cultura occidental y las armas de destrucción masiva en unas cuantas líneas: “—El Paraíso, la Caída y el regreso al Paraíso... no es un cuento. Resulta demasiado simétrico. No hay giros. Nada más el Paraíso, plis, la Caída, plas, y el Paraíso otra vez, plis. Y tengo la impresión, una intuición si lo preferís, de que incluso si se recuperara el Paraíso, nos encontraríamos mú­sica de Milhaud y frescos de los futuristas ita­lianos. // —Pero tenemos algo por lo que luchar —ob­jeta sir Roger—. Y es muy importante tener una meta así. // —No discrepo de vos. Un Grial, por ejemplo. // —Pero un Grial-bomba... no me gusta.”.
Barthelme, aunque maestro en el cuento corto, aprovecha todas sus habilidades, dislocación temporal, argumentos ilógicos y una exactitud en el lenguaje para una novela no muy larga para hacer reír al lector mientras lo deja reflexionando.

De árboles y pájaros
Así de sencillo se titula el último libro de Fernando Ruiz Granados publicado en la remozada colección de Práctica Mortal de CONACULTA. Su propósito lo explica uno de los breves poemas de la segunda parte del poemario. “Escribir un poema sobre las hojas / Por el simple motivo del verdor”. En esos dos versos se encierra la grandeza y, al mismo tiempo, la tibieza del poemario. Los más cien poemas, cortos, muy pocos pasan de los diez versos, son concentradamente líricos y en ellos la anécdota se convierte más en una estampa, lo que según el anónimo comentador de la contraportada conforma “una poética cercana al espíritu del haiku”.
De árboles y pájaros sin ser un gran libro es uno de esos libros necesarios en toda tradición poética, la obra de eso que los ingleses llaman minor poet, alguien con oficio y artesanía. Todo, el ritmo, las imágenes, los pocos encabalgamientos, la simpleza de las imágenes, está bien. Pero, y esa es la gran diferencia entre un buen libro de poesía, como este, y un gran libro de poesía es eso que hay detrás de la imagen, detrás del vuelo o del ramaje, y que se queda instalado para siempre en el lector. Ruiz Granados, autor también del culto Poemas de Brindisi, ha caído en este poemario en una trampa que, tal vez sin querer, su propio poemario explica: “la terredad del pájaro es su canto”.

Lo dijo Muñoz Molina
"Cada vez que empiezo una novela me veo confrontado con el aprendiz dentro de mí", citando a Philip Roth. Y parafraseó. "Ahora sé que seré un principiante por muchas novelas más que escriba, y que si tengo alguna seguridad demasiado sólida será porque me estoy equivocando". Toda una lección de humildad de ambos maestros.

Banda sonora
“Sorteamos bien algunas emboscadas, / pero otras veces no, y sufrimos bajas. / Esto es para ellos, que tanto nos odiaban, / sabed que vuestras armas no lograron nada” (“Política celestial”, Los Planetas)

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