martes, 23 de junio de 2009

11

La noche, no la noche, ella, se transforma en preguntas. ¿Por qué negro? Ella no contesta pues lo haría con otra pregunta ¿Por qué el cuerpo cubierto y el sexo desnudo? La respuesta sería la misma.
Y, conforme ella se acerca a la cama, las dudas desaparecen. Conviene a ambos que desparezcan.
Las manos comienzan el juego necesario del apoyo. El mismo gesto. Las palmas abiertas que se apoyan; los puños que se cierran como sobre las riendas. O están a punto de hacerlo.
Bastará la noche, sin dudas, para que sus cuerpos sean espejo.
De oscuridad. De certeza.

1 comentario:

Dorix dijo...

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