pero es mejor cuando las bocas se mueven solas y no oyes nada
(“Diario de Abel”, Luigi Amara)
(“Diario de Abel”, Luigi Amara)
Abel, además de polémica sobre su financiamiento y una película con altibajos, ha dejado tras de sí un libro que lleva el mismo nombre. No un libro cualquiera sino un table book de factura exquisita, encomendada nada menos que a la editorial Sexto Piso, bilingüe y con textos del propio director, Fabrizio Mejía Madrid, Luigi Amara, Daniela Morábito Rojas y el ubicuo Morris Berman. Todo ello enmarcado en las fotografías, casi doscientas páginas que combinan blanco y negro y color en una impresión envidiable, de Eniac Martínez. O mejor dicho, y como mandan los cánones en un libro elegante y de gran formato, las fotografías enmarcando los textos.
El primer ‘ensayo’ del libro, el del guionista y director, es, sobre todo, una introducción, y más que al libro, a su propio. Aparecen una representación de Hamlet en Londres, una borrachera, un personaje de David Trueba, también director y guionista, y un par de páginas sobre dirigir Abel. Los textos de Mejía Madrid y de Amara son textos que demuestran una mano de autor ya curtida. El de Fabrizio Mejía, una crónica de hermoso título (“Elsinore bajo la lluvia”) que retrata, a modo de crónica periodística y de amistad su viaje hasta Aguascalientes para visitar la filmación de la cinta y el de Amara un poema, escrito al ‘descuidado’ modo infantil, que conjura una y otra vez los mismos temas. Daniela Morábito entrega la “ficha médica” de Abel del que los espectadores nunca saben qué enfermedad es exactamente para cerrar con el texto de Berman que retoma e imbrica, con su habitual claridad, los temas del ‘México quintaesencial’ y el gran Secreto.
Y, para el final, tal vez aquello con lo que cualquier lector, ojeador, empezará este volumen: las fotografías de Eniac Martínez que, aunque tienen algo de ambas, no son ni exactamente fragmentos de un “making of” ni un libro de retratos de los involucrados, más o menos directamente, en la filmación. Desde la fotografía que abre el libro, un primer plano de la tan típica bolsa colgante llena de agua, hasta la última, unas sombras de árboles que podrían ser tanto reflejos acuáticos como un difuminado las imágenes transportan al lector a dos mundos que sabemos reales, el de la historia de familia que es Abel, el de la propia filmación, pero a los que uno no se asoma con frecuencia. De entre todas, con lo difícil que resulta elegir hay tres que destacan, cada una por ofrecer un matiz diferente sobre la cinta. Primero, la del equipo, con el sonidista en el centro, junto con algunos extras atravesando un campo y una vaca y su vaquero, al fondo, ajenos a cuanto acontece. Otra, la cerca que, rodeada de alambre espino en su parte superior, cruza de un lado a otro la página que obliga a preguntarse si las cosas son tan diferentes aquí. Y, una tercera, que presenta, en lo que parece un momento de descanso de la cinta a los dos niños actores, desenfocados, desvaídos, mientras el más pequeño ¿sostiene?, ¿juega? con una cámara fotográfica bajo la atenta mirada del mayor, representando, en un solo cuadro la magia de la cine, de los niños actores y, sobre todo, de la verdad que hay, que debe haber, tras cualquier fotografía, tras cualquier imagen.
Del “Cuaderno de Abel”
“si cierras lo ojos y lo piensas mucho / el dado hace lo que le pides // (…) // era un día muy raro / un día entre domingo y lunes / el paraguas estaba roto en un rincón / y todos creían que era un vampiro con mucha fiebre / un vampiro que le daba miedo la oscuridad // (…) // pero voy a componerlo todo / voy a componerlo // y luego todo dio vueltas / como trompo // (…) // por más que me las lamo / las costras como que no se borran // primero el dedo toca el agua / un círculo adentro de otro círculo adentro de / otro círculo adentro de otro círculo”.
Vuelve Emily Más extraña que nunca
“El verano ya casi ha llegado, las noches son cálidas y yo me encuentro en la flor de la vida, de modo que estoy más para actividades extradomésticas no autorizadas que para empaquetar mis cosas”. Así comienza, casi, el segundo libro, recién publicado en castellano, de una de las heroínas contemporáneas más ¿encantadoramente oscura?, Emily la extraña, creada por Rob Reger pero co-escrita por él y Jessica Gruner, que, en medio de una mudanza continúa tan antisocial y aferrada a sus gatos y sus propios planes como siempre.
Banda sonora
"¿Estamos ante la primera ‘canción con mensaje’ de Los Planetas? / (Florent): Yo no quería decirlo, pero tú lo has dicho. No llega a ser una canción protesta, pero casi, y la letra es bastante interesante. Muy irónica y curiosa. (J): Habla de esos colectivos que deciden los destinos individuales de las personas sin tener en cuenta sus necesidades ni sus opiniones” (de una entrevista a Los Planetas).
El primer ‘ensayo’ del libro, el del guionista y director, es, sobre todo, una introducción, y más que al libro, a su propio. Aparecen una representación de Hamlet en Londres, una borrachera, un personaje de David Trueba, también director y guionista, y un par de páginas sobre dirigir Abel. Los textos de Mejía Madrid y de Amara son textos que demuestran una mano de autor ya curtida. El de Fabrizio Mejía, una crónica de hermoso título (“Elsinore bajo la lluvia”) que retrata, a modo de crónica periodística y de amistad su viaje hasta Aguascalientes para visitar la filmación de la cinta y el de Amara un poema, escrito al ‘descuidado’ modo infantil, que conjura una y otra vez los mismos temas. Daniela Morábito entrega la “ficha médica” de Abel del que los espectadores nunca saben qué enfermedad es exactamente para cerrar con el texto de Berman que retoma e imbrica, con su habitual claridad, los temas del ‘México quintaesencial’ y el gran Secreto.
Y, para el final, tal vez aquello con lo que cualquier lector, ojeador, empezará este volumen: las fotografías de Eniac Martínez que, aunque tienen algo de ambas, no son ni exactamente fragmentos de un “making of” ni un libro de retratos de los involucrados, más o menos directamente, en la filmación. Desde la fotografía que abre el libro, un primer plano de la tan típica bolsa colgante llena de agua, hasta la última, unas sombras de árboles que podrían ser tanto reflejos acuáticos como un difuminado las imágenes transportan al lector a dos mundos que sabemos reales, el de la historia de familia que es Abel, el de la propia filmación, pero a los que uno no se asoma con frecuencia. De entre todas, con lo difícil que resulta elegir hay tres que destacan, cada una por ofrecer un matiz diferente sobre la cinta. Primero, la del equipo, con el sonidista en el centro, junto con algunos extras atravesando un campo y una vaca y su vaquero, al fondo, ajenos a cuanto acontece. Otra, la cerca que, rodeada de alambre espino en su parte superior, cruza de un lado a otro la página que obliga a preguntarse si las cosas son tan diferentes aquí. Y, una tercera, que presenta, en lo que parece un momento de descanso de la cinta a los dos niños actores, desenfocados, desvaídos, mientras el más pequeño ¿sostiene?, ¿juega? con una cámara fotográfica bajo la atenta mirada del mayor, representando, en un solo cuadro la magia de la cine, de los niños actores y, sobre todo, de la verdad que hay, que debe haber, tras cualquier fotografía, tras cualquier imagen.
Del “Cuaderno de Abel”
“si cierras lo ojos y lo piensas mucho / el dado hace lo que le pides // (…) // era un día muy raro / un día entre domingo y lunes / el paraguas estaba roto en un rincón / y todos creían que era un vampiro con mucha fiebre / un vampiro que le daba miedo la oscuridad // (…) // pero voy a componerlo todo / voy a componerlo // y luego todo dio vueltas / como trompo // (…) // por más que me las lamo / las costras como que no se borran // primero el dedo toca el agua / un círculo adentro de otro círculo adentro de / otro círculo adentro de otro círculo”.
Vuelve Emily Más extraña que nunca
“El verano ya casi ha llegado, las noches son cálidas y yo me encuentro en la flor de la vida, de modo que estoy más para actividades extradomésticas no autorizadas que para empaquetar mis cosas”. Así comienza, casi, el segundo libro, recién publicado en castellano, de una de las heroínas contemporáneas más ¿encantadoramente oscura?, Emily la extraña, creada por Rob Reger pero co-escrita por él y Jessica Gruner, que, en medio de una mudanza continúa tan antisocial y aferrada a sus gatos y sus propios planes como siempre.
Banda sonora
"¿Estamos ante la primera ‘canción con mensaje’ de Los Planetas? / (Florent): Yo no quería decirlo, pero tú lo has dicho. No llega a ser una canción protesta, pero casi, y la letra es bastante interesante. Muy irónica y curiosa. (J): Habla de esos colectivos que deciden los destinos individuales de las personas sin tener en cuenta sus necesidades ni sus opiniones” (de una entrevista a Los Planetas).
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