lunes, 28 de junio de 2010

Zweig, Maximiliano e Idea Vilariño

Para Jesús González Mata y Arturo Villalobos.

Entre las profesiones de los protagonistas de novelas hay de todo, aunque Stefan Zweig, olvidado y reivindicado siempre cada cierto tiempo con tres o cuatro títulos de su vastísima producción, eligió para su Novela de ajedrez, a veces traducida como Una novela de ajedrez, (CONACULTA, 2009) a dos personajes que parece que darían para muy poco, dado que se supone que su vida es interior más que exterior: dos jugadores de ajedrez. Pero reducir a eso, a una partida, en realidad dos y media, la novela sería hacerle flaco favor al juego, que da bastante más de sí, y a la novela, de una profundidad psicológica aplastante.

La Novela de ajedrez es, por encima de todo, un estudio de una personalidad concreta, a los que tan dado era Zweig, sobre todo en el campo de la biografía, justamente el que le dio la fama y ahora es menos frecuentado y en el que aprendió todo lo que emplearía después en sus novelas. Es el estudio, mejor dicho de dos personalidades, la del campeón mundial Czentovic, absolutamente negado para nada que no sean las piezas que se desplazan por los escaques, y un misterioso señor B., para el que el ajedrez es, al mismo tiempo, salvación y ruina.

“Czentovic volvió a hacer una pausa sin fin, casi insoportable; era como cuando cae un rayo terrible y uno espera con el corazón palpitante que llegue el trueno, y el trueno no acaba de llegar nunca”. Con esas palabras Zweig no sólo describe el comportamiento del campeón mundial, sino que también, magistralmente, anuncia el tono y el ritmo de la novela. Bajo la simple historia de la novela, en un barco unos cuantos jugadores aficionados retan al campeón mundial hasta que parece un señor que demuestra saber más que todos los profanos y se entabla una serie de partidas entre éste y el campeón, hay, en pinceladas poderosas y profundas, apuntes sobre tortura psicológica, profundidades matemáticas y afirmaciones nada veladas sobre el poder la obsesión y la monomanía en un hombre, en cualquier hombre. El jugador del escritor ruso se ha convertido en jugador de ajedrez en manos del polígrafo suizo.

El centro de la novela, la parte más compleja psicológicamente, como si la historia del campeón, al principio, y el desarrollo de las tres partidas, cierre del brevísimo volumen, menos de noventa páginas, no fueran sino paréntesis, lo ocupa la historia que el señor B cuenta a quien va a invitarlo a jugar. Es ahí donde la fuerza de la escritura de Zweig, aderezada además por su rabia antinazi, desata toda la fuerza de la historia. Encerrado, sin nada, absolutamente nada, cómodo pero en un vacío insoportable, el señor B no puede hacer sino robar un libro de ajedrez del que mentalmente, para mantener la cordura, repite las partidas una y otra vez hasta que a fuerza de saberlas de memoria tiene que jugar contra sí mismo, inventando partidas y enfrentándose en igualdad de condiciones, algo francamente imposible e inhumano. Esa parte central de Novela de ajedrez podría ser perfectamente un cuento borgiano, si hubiera menos historia y más referencia cultural, o cortazariano, si la situación no fuese histórica sino ajena al tiempo, pero es precisamente ese realismo discreto y directo el que le concede toda la fuerza a la corta novela de Zweig: es imposible ser ajeno a una obsesión, a cualquiera. Sea el ajedrez, la lectura o, simplemente, la vida.

Maximiliano de Habsburgo

Aunque tan mala fama se carga, es el emperador el responsable unos aforismos a los que la editorial ha rebautizado Máximas Mínimas de Maximiliano (Tumbona, 2005). Y escribe, aplicable tras tantos años, demostración de que el mundo no ha cambiado tanto: “La verdadera grandeza política consiste en sobreponerse al círculo de las ideas de los hombres que nos rodean, en salir de la atmósfera de nuestro partido y de nuestro rango y, penetrando con la mirada las brumas que se agrupan alrededor de los acontecimientos del presente, considerar con independencia las eventualidades del porvenir. Sólo así se consigue no dejarse arrastrar por las inspiraciones del momento y sobreponerse a las pasiones políticas, que nunca son otra cosa que la expresión violenta de ciegas emociones de actualidad. El que se coloca en esa altura reanima la confianza por el ejemplo y es el guía de los indecisos, que forman siempre la mayoría”.

Escribe Idea Vilariño

En un poema titulado “Escribo, pienso, leo...”: Escribo / pienso / leo / traduzco veinte páginas / oigo el informativo / escribo / escribo / leo. / Dónde estás / dónde estás”. Cuánta sabiduría en tan pocos y tan cortos versos. Cuánta sabiduría en alguien que ya había traducido en Shakespeare, en su rendición del Macbeth, unas palabras que cada día cobran más fuerza: "Donde ahora nos encontramos hay dagas en las sonrisas de los hombres".

Banda sonora

We are standing here / Exposing ourselves / We are showroom dummies // We look around / and change our pose / We are showroom dummies / We are showroom dummies. (“Showroom dummies”, Señor Coconut en la banda Sonora de la película “Y tu mamá también”).

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