martes, 8 de junio de 2010

Diario de la renuncia (II)

Aunque debiera haber sido así, no dejé de fumar por salud. Lo hice por un motivo semejante al que tenían los soldados usamericanos en Vietnam para romperse un hueso del brazo o de la pierna. Para lograr que algo les doliera más que el disparo que acaban de recibir. En la pierna, en el brazo, en el pecho, en el hombro. Donde fuera.

Una chica acababa de dejarme. O, no hay manera de saberlo, tal vez hubiera sido yo quien la había dejado a ella. Como en esa canción de un grupo del que sólo se acuerdan los japoneses: Once I had a girl. / Or should I say ‘She once had me’.

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