martes, 8 de junio de 2010

Diario de la renuncia (III)

Recuerdo la frase que inició todo. Aunque, como pasa siempre, fui el último en enterarme de lo que quería decir exactamente. Jamás supe que aquello era el principio del fin hasta que fue el fin. Fue en una cena con amigos; una cena fría, jamón, variedad de quesos y pocas delicatesen más. Una botella de tinto de precio accesible y no del todo malo y cervezas. Los nueve reunidos escuchamos la frase: “¿Saben? Voy a ser feliz, verdaderamente feliz”.
Todos excepto yo la entendieron.
Unas cuantas frases después se acabaron las botellas y los cigarros. Cuando todos los demás se habían ido, y después de hacer como que habíamos limpiado, me dijo que estaba cansada y que lo mejor era que cada uno durmiera en su casa.

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