Hoy comenzó de un modo demasiado explícito como para ser cierto. Pero eso comenzó ayer y fue sólo, como en el cine cuando el editor de sonido hace que antes de ver la imagen la escuchemos, una penetración de un día en el otro.
Después, o sea, ya hoy, hablamos de Sylvia y Ted. No recuerdo el aniversario de boda de mis padres. De hecho, no recuerdo ni siquiera la fecha de sus respectivos cumpleaños. Mi propia boda la recuerdo entre brumas de alcohol y uno de los mejores poemarios que se han escrito en este país.
-¿Por qué no te casaste en Bloomsday?, me dice.
Me callo.
*
Siete y media de la mañana. Clase de inglés. Como Joyce en Trieste.
*
Vuelven las imágenes de la noche anterior. Aguascalientes no tiene mar; ni siquiera un río decente. Sería falso escribir como ondas golpeando la orilla. Un prado. Las imágenes son un prado, agitado por el aire. Tampoco hay aire. En fin. Epifanías diminutas. Nada trascendente. Laicas.
*
¿Qué estará pensando A.?
*
Un momento de paz (exámenes por diseñar, exámenes por aplicar, exámenes por corregir) y aprovecho para leer las primeras páginas de Nocturna de Guillermo del Toro, el niño que le prometió, según cuenta en El País, que dedicaría su vida a los monstruos de su habitación si lo dejaban en paz. ¿Guillermo del Toro, rilkeano?
*
Examen de "arts". Una de las preguntas les pide que escriban el nombre de un escritor. Los tres nombres más repetidos: J. K. Rowling, Julio Verne, Octavio Paz. El barbero que hay, inevitablemente, en todos los salones anoto mi nombre. Imbecil.
*
M. me manda un mensaje que sólo dice "happy bloomsday". M. descubrió la importancia de la fecha cuando hizo de Sylvia Plath en una obra de teatro, "la niña que quería ser dios". Unos minutos después, vuelve a mensajearme. A. no te conviene. "Una pareja rara" dice. O prejuzga. Recuerdo a Mau que siempre pregunta lo mismo en sus correos electrónicos cuando tengo un tiempo sin escribirle.
*
L. me dice que él celebra bloomsday no en su blog sino en la vida real. Abro el blog de su sensei y tampoco lo celebra. La única revista cultural (de entrenimiento) online de mi ciudad tampoco. O sea, en esta "tierra adentro" lo celebran: la actriz, la poetisa depresiva y el imbecil que está en todo. Ah, y el gerente de compras de una multinacional.
Después, o sea, ya hoy, hablamos de Sylvia y Ted. No recuerdo el aniversario de boda de mis padres. De hecho, no recuerdo ni siquiera la fecha de sus respectivos cumpleaños. Mi propia boda la recuerdo entre brumas de alcohol y uno de los mejores poemarios que se han escrito en este país.
-¿Por qué no te casaste en Bloomsday?, me dice.
Me callo.
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Siete y media de la mañana. Clase de inglés. Como Joyce en Trieste.
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Vuelven las imágenes de la noche anterior. Aguascalientes no tiene mar; ni siquiera un río decente. Sería falso escribir como ondas golpeando la orilla. Un prado. Las imágenes son un prado, agitado por el aire. Tampoco hay aire. En fin. Epifanías diminutas. Nada trascendente. Laicas.
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¿Qué estará pensando A.?
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Un momento de paz (exámenes por diseñar, exámenes por aplicar, exámenes por corregir) y aprovecho para leer las primeras páginas de Nocturna de Guillermo del Toro, el niño que le prometió, según cuenta en El País, que dedicaría su vida a los monstruos de su habitación si lo dejaban en paz. ¿Guillermo del Toro, rilkeano?
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Examen de "arts". Una de las preguntas les pide que escriban el nombre de un escritor. Los tres nombres más repetidos: J. K. Rowling, Julio Verne, Octavio Paz. El barbero que hay, inevitablemente, en todos los salones anoto mi nombre. Imbecil.
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M. me manda un mensaje que sólo dice "happy bloomsday". M. descubrió la importancia de la fecha cuando hizo de Sylvia Plath en una obra de teatro, "la niña que quería ser dios". Unos minutos después, vuelve a mensajearme. A. no te conviene. "Una pareja rara" dice. O prejuzga. Recuerdo a Mau que siempre pregunta lo mismo en sus correos electrónicos cuando tengo un tiempo sin escribirle.
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L. me dice que él celebra bloomsday no en su blog sino en la vida real. Abro el blog de su sensei y tampoco lo celebra. La única revista cultural (de entrenimiento) online de mi ciudad tampoco. O sea, en esta "tierra adentro" lo celebran: la actriz, la poetisa depresiva y el imbecil que está en todo. Ah, y el gerente de compras de una multinacional.
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Llego a la oficina. Boletines, boletines, boletines.
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Mañana: Lorca, la muerte de un poeta en una biblioteca; el viernes, la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes tocando Así habló Z.; un concurso de ballet para julio que hay que anunciar ya y una conferencia de ex-alumnos de la U.N.A.M. En investigar (googlear) sobre eso y en redactar se me irá la tarde.
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Llama ella. Me dice que, por primera vez, ha usado una misma cámara web para dos chicos al mismo tiempo. Uno de ellos tenía cámara, el otro no. Me dice mil cosas más. Se viene y después, ¿qué menos?, hablamos de las cartas de James a Nora. Se me aparece de nuevo el rostro de Mau.
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J. (no ese J,, otro), al que no imaginaba lector del Ulysses, libro que acaba de tomar prestado de la biblioteca donde trabaja (qué envidia la mía), me pide que le enseñe a bloggear la entrada tal y como pide la convocatoria. Uno más.
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D. con la que compartí oficina apenas un par de meses me invita a unas London Pride. Tal vez no el mejor nombre del mundo para este día tan dublinés.
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Hora de salir. Espero llamadas. O que sea una noche fructífera. La columna de esta semana será sobre el "Tao Te King" y una breve traducción de un texto "delicioso" de Simon Winchester. Y, quizá, de pasadita a Nabokov y Faulkner (o viceversa) leídos por Marías. (Y si no me llaman a volver a encerrarme con una traducción atragantada).
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Le explico a T. Y con eso termino mi jornada de trabajo. A casa. Aunque de camino hay un bar.
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En efecto, se me cruzó el bar. Estoy tirado en la zona de no fumadores junto a un próximo becario de CONACyT y un pedágogo que relee Aristóteles. No me quedará más remedio que seguir fomentando mi amor a la cerveza. Una rubia había preguntando por mí me dijo la mesera. Ahí sigue, pero no la reconocí. Era E., mi amiga lesbiana.
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Pedimos la cuenta. Paga el aristotélico (menos mal que no es platónico). Intentaré llegar a casa, pero la mesera me dice que me quede.
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T. reprocha mi ¿facilidad? Yes I will. Yes. Fiesta el viernes.
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LLego a casa y me duermo leyendo Chesil Beach.
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En resumen: un buen día.
PD: le escribí a V. Pero no me contestó.
1 comentario:
Disculpa la tardanza, se han acumulado las lecturas... ¿por qué será que muchos nos dormimos leyendo?¿será un síntoma, algo que nos define?
En fin... gracias por tu colaboración.
Un saludo
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