Los niños listos que tienen curiosidad son un recurso nacional y mundial. Se los debe cuidar, mimar y animar. Pero no basta con el mero ánimo. También se les debe dar las herramientas esenciales para pensar.
(Carl Sagan)
(Carl Sagan)
El mundo y sus demonios de Carl Sagan no es un libro “profundo” sino uno abierto a la profundidad, no es un libro científico, stictu sensu, sino de señalar a lo científico como una parte, central o no, de la formación integral de la persona, un libro que además de señalar aciertos, se centra, sobre todo, en el hecho de la falta de espíritu crítico en el mundo actual.
“Mis padres no eran científicos. No sabían casi nada de ciencia. Pero, al introducirme simultáneamente en el escepticismo y lo asombroso, me enseñaron los modos de pensamiento difícilmente compaginables que son la base del método científico. Su situación económica no superaba en mucho el nivel de pobreza. Pero cuando anuncié que quería ser astrónomo recibí un apoyo incondicional, a pesar de que ellos (como yo) sólo tenían una idea rudimentaria de lo que hace un astrónomo. Nunca me sugirieron que a lo mejor sería más oportuno que me hiciera médico o abogado”, explica en la introducción. De lo que se trata, lo que intenta cada uno de los breves capítulos del libro no es explicar puntos científicos sino la razón por la que la ciencia es importante y de proclamar que, antes que las matemáticas o la física o cualquier otra disciplina, es necesario antes tener capacidad de asombro para enfrentarse al universo, al macroscópico y al microscópico, y, por supuesto, un afilado espíritu escéptico para creer sólo en aquellas demostraciones que verdaderamente lo sean.
“Desde luego, la inmensa mayoría de las personas no preparadas pueden aceptar los resultados de la ciencia sólo por su autoridad. Pero hay una importante diferencia obvia entre una institución que es abierta e invita a todo el mundo a entrar, estudiar sus métodos y sugerir mejoras, y otra que considera que el cuestionamiento de sus credenciales se debe a maldad de corazón”. Así señala Sagan la gran diferencia entre la creencia en una realidad científica que no podemos comprender y una realidad “religioso-místico-mágica” con la que tampoco podamos. Una abre las puertas y la otra los cierra, condenando además al incrédulo. Y, aunque la iglesia católica se lleva algunos varapalos, sobre todo en el tema de las apariciones en la Edad Media, los que más se lo llevan son astrólogos, médiums, adbucidos y demás mercachifles de lo fantástico.
Y, todo para terminar, en un libro que en sus capítulos finales, co-escritos con su esposa Ann Druyan, con una fuerte carga política ya que para un país defender su ciencia es defender una opción política. “Pero si los ciudadanos reciben una educación y forman sus propias opiniones, los que están en el poder trabajan para nosotros. En todos los países se debería enseñar a los niños el método científico y las razones para la existencia de una Declaración de Derechos. Con ello se adquiere cierta decencia, humildad y espíritu de comunidad. En este mundo poseído por demonios que habitamos en virtud de seres humanos, quizá sea eso lo único que nos aísla de la oscuridad que nos rodea”.
Además, lo más importante de esta edición, en la “Biblioteca para la actualización del maestro”, es que puede servir, a pesar de que siendo regalados probablemente sean aparcados, para que unos cuantos, que tendrán que convencer a otros muchos, se den cuenta de que más importante aún que la ciencia, que una seria enseñanza de la ciencia, es enseñar a los niños, cuanto más pequeños mejor, de qué lo importante es hacer preguntas y buscar, siempre, siempre, las respuestas.
Somos lo que leemos
Como explica Antonio Rivero en un poema titulado “De Amiticia” en el que escribe “Os veo en todas las ciudades / cuando ya han cerrado las tiendas / y, si no es vuestra tertulia, no queda / sino invitar con dos copas al sueño: // con tus gafas de pasta Robert Lowell / en el grueso volumen de tus Collected Poems; / la barba de Ezra Pound y la mejilla / rasurada de Hopkins. // En Amsterdam o Cambridge, / en París o Helsinki, / las efes dobles de Faber & Faber, / una oda de Keats, una estrofa de Shakespeare. // A la postre, todo sitio es el mismo / anaquel ordenado de manera distinta. / Qué pequeño es el mundo, y qué grande, / con vosotros, mi círculo de amigos.”
O sea, más o menos lo que decían The Smiths hace tiempo: “hay más para vivir que los libros, ya sabes, pero no mucho más”.
Banda sonora
Les cigarettes se consument sous la lune / Le cabestan hissant / Le fardeau des enclumes / Taille les plumes / Du sang jaillissant / Sur l'horizon engorgé sous la brume / Je m'acclimate / Aux saisons à trois pattes / Qui se bousculent / Pour quelques patates / Ca fait du bruit dans les ciels / Ca ne dit rien mis à part l'écume / La bave brune s'écoulant / Les écorces laissent la place / Ecris-moi, crie-moi (“Ecris-moi”, Têtes Raides)
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